Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

Regina Galindo: control y transgresión

La mara de RARA me pidió una entrevista a Regina Galindo.




Regina Galindo, artista contextual guatemalteca, inició su trabajo a finales de los años noventa. Menuda pero epatante, nerviosa pero aventada, tímida o radical, controlada pero transgresora, ambigua pero oh tan directa, ha conseguido parir un territorio de ambivalencia poética en el performance, que le ha llevado a ganar el reconocimiento internacional (León de Oro 2005).

Curiosamente, las entrevistas la ponen incómoda. Lo cuál extraña en una mujer que se ha dejado electrocutar, ahogar, charcutar, moronguear, manguerear, confinar, esclavizar, vejar, oprimir, vender, y marginalizar… y que se somete con alegre recurrencia a rituales extremos autolesivos y denigratorios que habrá quien considere dramáticos y borderline. Si bien Regina Galindo ha fundado un ars poetica en torno el exhibirse y la desnudez, guarda un sentido celoso de privacidad e intimidad, que vamos a respetar.


¿No te da miedo perder brillo o filo por ingresar en una medida a la máquina administrativa del arte, al mercado artístico, el funcionariado de las galerías, a la lógica de los reconocimientos y los premios?
Me da terror perder mi capacidad creativa, mi talento para generar ideas y proyectos. Pero creo que será más fácil que lo pierda por culpa propia que por culpa del sistema del arte.

Se diría que has construido una relación artística con la agresión. ¿Percibís que tu relación con la agresión a un nivel digamos más cotidiano se ha modificado a partir de ello?
–Si mi ambiente ha cambiado en alguna medida, no es por mi trabajo: es porque he crecido, es porque he madurado, es porque tuve la suerte de encontrar un compañero que me da equilibrio, y es por el hecho de estar criando una hija que también me hacer ser un poco más centrada. Aunque es cierto que con cada performance siento una descarga, un alivio.

¿No te ha ocurrido lo contrario: que con un performance te cargás más?
–No siempre quedo en alto. Punto ciego [1] me afectó mucho. ¿Por qué? Porque fue una lección de vida. Al principio, yo veía a un pobre grupo de cieguitos que estaban siendo utilizados por la artista perversa para hacer su performance. A los quince minutos, las reglas del juego cambiaron: los perversos eran ellos. Terminada la obra, lo único que quería era bañarme. Me llegaron a meter la mano así en la vagina.

¿Y eso quedó registrado en el video?
–Lo edité y dejé afuera. Dejé dentro otras cosas, por ejemplo una parte en  donde un tipo me besa el pezón. Pero esas partes en donde se pasaron de la raya, las quité: no era necesario ponerlas.

¿Sentiste talvez pudor?
–Sentí que se hubiera vuelto demasiado morboso el video, que hubiera perdido frescura. No era necesario llegar a eso. 

Algunas personas te conciben como alguien que no conoce límites.
–Hay un límite que es evidente: es el que separa a mi trabajo de mi vida.

¿No te da miedo que ocurra un accidente?
Me gusta creer que las cosas están bajo control. Nunca me ha pasado nada, así que pienso que lo he hecho bastante bien. Con Himenoplastia [2] yo tenía a mi ginecólogo esperándome a la salida de la operación. Tomar esas precauciones es necesario si vas a trabajar con tu cuerpo. Si hay un accidente me cago en mi trabajo: tanto esfuerzo por nada.

¿Hay alguna diferencia hay entre la violencia que nos infligen y la violencia que nos infligimos a nosotros mismos?
Ante el hecho de hacerle daño a un tercero o hacerme daño a mí misma, prefiero pagar el karma de dañarme a mí misma.

¿Es porque el otro es más valioso?
En teoría, no. Pero es distinto lo que uno sabe a que lo que uno vive.

¿Dirías que la mirada del guatemalteco sobre tu obra es distinta a la del extranjero y en qué manera?
Un público especializado va a comprender tu trabajo de forma distinta  a cómo lo va comprender una señora del mercado central; y va a ser mas valioso cómo lo va a entender la señora del mercado central, que es más humana y más honesta, a cómo lo va a analizar alguien de un museo en España, que ha visto un millón de obras y lo va teorizar todo desde su egocentrismo de persona que sabe de arte. Por otro lado, si yo hago un performance enfrente de mis amigos de Guatemala, mis amigos van a verme como Regina. Pero si lo hago en otro país, es más fácil que mi cuerpo hable por otros cuerpos. Cuando hago un performance en Guatemala, ya hay un cierto prejuicio incluido: “ve, otra vez la Regina en bolas”.

Sabemos que tuviste una relación intensa con la publicidad. ¿Sentiste en algún momento que la publicidad podía potencialmente corromper tu visión artística y tu espíritu creador?
Conmigo jamás lo hubiera conseguido, pues yo siempre tuve claro lo que quería. Pero hay mucha gente que se quedó metida en la publicidad y nunca logró desarrollarse. La publicidad es un medio en donde hacés dinero usando tu cerebro y tu talento para que otro serote haga más dinero.

¿Qué tanta importancia le das a la elegancia de la obra performática, me refiero al acabado formal, poético y conceptual de ésta?
Yo te diría un ochenta por ciento. Y sin embargo no he logrado que mi trabajo se evalúe desde una perspectiva formal, más allá del contenido. Eso me hace pensar que hay una carencia en mi trabajo a nivel formal.

Vimos cómo tu actividad performática se consolidó notablemente, mientras que tu actividad poética se terminó atrofiando, por lo menos públicamente. ¿Dirías que el poder expresivo de la poesía escrita es inferior a la acción?
No. Es un campo más difícil para mí. No manejo las palabras con la misma facilidad con que manejo mi cuerpo. Tampoco me amputé por completo las ganas de escribir. Sigo escribiendo con muchas dificultades, y creéme que me gustaría hacerlo más seriamente en un futuro, cuando tenga más tiempo. Pero de momento no soy escritora: escribir un poema a la semana no es ser escritora.

Estás en una posición como artista en donde ya podés observar tu trabajo como un corpus o conjunto, como una secuencia en el tiempo y en el espacio, y como un universo coherente de temas. ¿Esta apreciación totalizante modifica la dirección de tus nuevas acciones, y en qué medida?
Es importante ver qué has hecho, qué caminos has tomado, y qué camino vas a intentar tomar. Me interesa encontrar nuevas formas de reformular el medio, para no estancarme. Yo ya trabajé el performance tradicional de usar el propio cuerpo; luego empecé a trabajar con otras personas bajo mi voluntad; para luego trabajar con voluntarios que toman ellos el poder. O está la cuestión de hacer esculturas a partir de ideas que surgen del cuerpo. Obras como Compartimiento o Tonel podrían ser un performance, pero con la diferencia que ya no muestro el performance, sino solo la estructura en donde estaría el cuerpo del performance. Es una evolución de mi mismo pensamiento como performera.

Hay un tipo de performance que es muy espontáneo y hay otro tipo de performance que es fríamente diseñado. Entre ambos polos, un sinnúmero de registros. ¿Tenés una tendencia automática hacia un registro en particular?
Mi camino no es el de la espontaneidad, sino el camino del control. Yo no hago improvisación: me interesa la imagen que tengo en la cabeza. En el jueguito de hacer que otros ejecuten el poder, siempre soy yo la autora intelectual y quien da la orden. Todo lo que ocurre en el mundo ocurre porque hay detrás alguien dando una orden. Cuando cedo el poder a un grupo de voluntarios, en realidad solo lo hago hipotéticamente. Es cierto que hay un campo en donde los voluntarios pueden hacer o deshacer a su antojo, pero siempre les doy una guía o digo qué espero de ellos: estoy sesgándolos. Si ellos toman una decisión alejada de la imagen que tengo en mente, la obra fracasa. Si la obra fracasa, es porque he fallado a la hora de dar las instrucciones.

¿Qué obra tuya considerarías un fracaso?
En el Museo Picasso de España, unos chavos movieron la instalación que yo había armado para mi performance. La obra era muy sencilla: nos pidieron a un grupo de artistas que hiciéramos algo en torno a la visión que tenían Degas y Picasso de la mujer: es decir la mujer como objeto pasivo de estudio de los grandes maestros. En mi obra, había una cama de época que pesaba como veinte kilos, y abajo estaba mi cuerpo desnudo. Entonces, para ver el cuerpo, las personas tenían que inclinarse hasta llegar al suelo, y así podían ver la mujer desde otra perspectiva. Todo estuvo bien durante varias horas. Pero después llegó este grupo de chavitos escandalosos. Y entre todos movieron la cama. Y entonces alguien me cargó, me besó, me decía (Regina imitando a un español): “Oye, pero qué tetitas más lindas tienes…” ¡Hicieron conmigo lo que quisieron...! La curadora no debió permitir que movieran la cama. ¡Es lo mismo que mover un cuadro del museo!

A lo mejor consideró que intervenir estaba fuera de lugar.
Lo más gracioso es que ellos pensaron que la obra había sido buenísima: y la subieron a su sitio web, cuando yo ni siquiera la tengo en mi carpeta. ¿Fue buenísima de acuerdo a quién? Eso no fue una obra: fue un espectáculo.

La obra salió de tu control, y para vos eso significó un fracaso. Para alguien más fue un triunfo artístico. ¿Quién en última instancia posee los criterios para determinar el éxito de una obra?
¡El artista! Al final es su trabajo. La gente puede interpretar lo que quiera, pero no modificar los elementos formales de una pieza. Es como si tú estuvieras escribiendo un texto, y alguien incorporara un párrafo por su cuenta. Puede que la incorporación haya sido maravillosa: pero el punto es que no es tu incorporación. En el caso de mi obra, puede que la intervención haya sido buena, pero entonces se trata de una buena pieza que hicieron estos chavos, y no yo.

¿Por qué el humor no ocupa más espacio en tu arte?
El humor es muy difícil. Admiro mucho a los artistas que dicen cosas serias con mucho humor. Pienso en un poeta que se llama Frank Báez en Dominicana, por ejemplo. Al final es una cuestión de tu capacidad creativa. Tal vez a mí no me da el cerebro para tratar las obras con humor. Hago lo que puedo hacer.

La tortura es un registro de la experiencia humana. Pero hay otro registro de la experiencia humana que tiene que ver con el placer. ¿No es un registro que te llama la atención?
De hecho, creo que hay muchas obras recientes que van en esa línea. Por ejemplo, obras en donde yo tengo una carencia determinada, y la gente resuelve para mí esa carencia, me cuida. La pieza del refrigerador era bonita [3], porque la gente me sacaba del frío. Cada vez que alguien abría el refrigerador, yo sentía rico. O cuando hice Alud, en donde estoy llena de tierra, y la gente me limpia. En muchas de mis últimas obras, busco que las personas hagan algo humano.

A la hora de una acción, ¿sentís que estás jugando un papel, o bien hay coincidencia completa con la situación? ¿Es posible evitar la puesta en escena?
Creo que no es posible evitarlo. Pero a diferencia de lo que te enseñan en los grupos de teatro –que te metás en el papel, y que vivás el papel que estás jugando– yo diría que en el performance hay que hacer lo contrario: no te metás jamás en el papel: no hay papel qué jugar. Se trata de no intervenir para que el cuerpo pueda hacer bien su trabajo, y ser un cuerpo neutral.

¿Qué tan importante es tener una cultura artística articulada para poder hacer lo que hacés?
Siempre me vivo quejando de que no tuve una buena formación teórica, que me falta mucha información. Es muy importante, por una cuestión de simple autoestima. Te toca ir a una bienal, y estás rodeada de gente que estuvo diez años en una universidad de arte, y conocen todos los nombres y los ismos. Yo me siento insegura siempre que viajo, porque no tengo datos, porque no sé otro idioma.

Mucha de tu obra carecería de permanencia si no fuera por el registro fotográfico o en video. ¿Me podés hablar del proceso de documentación?
Como artista, me interesa tener resultados, tener una carpeta que yo pueda mostrar, y con la cual pueda afianzarme. Desde la primera obra, fue fundamental documentarme. Si yo no puedo documentar la obra, no la hago. El documento es no solo la forma en que permanece la obra en el tiempo, sino la única manera que tengo de insertarme en el sistema del arte. Y yo quiero sostenerme económicamente por medio del arte. Me parece un gran logro que yo pueda hacer plata fuera de Guatemala, y que pueda traer esta plata a Guatemala, aunque sea mínima, y eso lo he conseguido a través de la documentación, que es lo que yo comercializo.

¿Te preocupa que la acción artística pierda actualidad?
No. La acción nunca ha estado ni estará fuera. Es lo mismo que se decía de la pintura: que estaba muerta. ¿Cómo va a estar muerta la pintura, por Dios? Hay olas, tendencias. Uno puede ir viendo esas tendencias. Es posible que en determinada bienal haya más videoarte que pintura. El 2005, por ejemplo, fue puro video. Ahora vas a una bienal: puro dibujo. Pero no quiere decir que los demás medios queden desechados. Nuevos medios emergen, eso sí, y se van formalizando en el campo artístico.

¿No es la obra un velo conceptual entre el artista y la realidad? ¿No es posible que el arte, lejos de propiciar un encuentro directo con la vida, sea una elaborada forma de no vivir en ella?
Uno no debería de forzar la simbiosis entre el arte y la vida. Claro, todo artista es detonado por su realidad. Sobre eso no hay discusión. Pero en la elaboración artística, la vida se transforma en ficción, en representación, y la representación deja de ser vida. Si tú quieres trabajar en la vida, entonces tu campo de acción no debería ser el arte. Mejor estudia leyes.

Te preocupa que el artista adquiera alguna clase de rol social.
Me preocupa. Me preocupa que otros le adjudiquen ese rol. Y me preocupa que el artista llegue a creérselo. El artista ya no es ese ente mediático que tiene la verdad del mundo. Hoy el artista es simplemente alguien que sabe hacer las cosas, como un albañil. Así debió ser siempre. No es una cuestión de inspiración: es cuestión de oficio.





[1] Mi cuerpo desnudo se encuentra de pie, en medio de una habitación vacía. Solamente personas ciegas pueden entrar al espacio. Cuando los ciegos se topan con el cuerpo, se desencadena una serie de reacciones”.
[2] Operación quirúrgica en la cual me reconstruyen el himen para volver a ser virgen”.
[3] Se refiere a Piel de gallina

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