Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

El reto de vender un país hermoso

Hace unos días dos personas distintas en dos situaciones distintas me recordaron esta pieza periodística, escrita en el 2004, y decidí aficharla, porque me parece una crónica decente. 




Dos microbuses Hi Ace avanzando a toda prisa por la carretera, tras los rincones más apasionantes de Guatemala. Me he unido al equipo de producción encargado de realizar las fotografías para la nueva campaña de prensa del INGUAT. El viento que entra por la ventanilla del vehículo me lapida el rostro.


Alto. Uno de los dos microbuses del INGUAT se ha atascado; nos dirigíamos a una de esas cuevas que se encuentran en Cobán, cuando se inmovilizó en el camino de fango y piedra, al lado de los maizales. Todos salimos del carro, para ponderar la situación. Cuando digo todos, quiero decir: el fotógrafo (Ricky), sus asistentes (Aníbal, Joaquín), los pilotos del INGUAT (Arnulfo, Julio), el modelo (Emanuele), la representante de la agencia de publicidad (Claudia), y yo mismo, el cronista–periodista. Mientras los demás se quiebran la cabeza urdiendo un plan para desatascar la camioneta, echo un vistazo alrededor. Una felicidad de verdor y fotosíntesis nos rodea. “¡Tú, que tanto hablas de los reflejos de Sevilla, querido Manuel Machado, ven conmigo a Guatemala y comprenderás lo que es vivir en una copa de luz!”, se exalta Enrique Gómez Carrillo, en Evocación de Guatemala. Y en efecto, todo esto es… muy exaltante. Una vez me contó mi padre acerca de un rico negociante árabe, una historia real: cuando vino a Guatemala y presenció la frondosa vegetación guatemalteca, se puso de rodillas y por haberla creado le dio gracias a Alá con la mayor de las sumisiones.

Interrogantes verapacenses

Finalmente, logramos liberar el vehículo del lodo, entre todos. Nos trasladamos, luego de apreciar un río espectacular, a la cueva, en donde hallamos restos de rituales indígenas. Las cuevas suelen ser los escenarios de este tipo de rituales porque son consideradas umbrales al inframundo. Ricky López, el fotógrafo toma fotos de Emanuele Bianchi (un italiano muy simpático que habla el español como en Zacapa, porque allí lo aprendió) junto a Aníbal, que además de asistente esta vez cumple con la función de ser modelo. Emanuelle representa en este caso al turista en búsqueda de aventuras extremas, y Aníbal viene a ser entonces el huésped o la contraparte local. Aquí conviene aclarar que esta campaña está destinada no tanto al turista como tal, sino al guatemalteco. La campaña busca que el guatemalteco se involucre personalmente en el proceso del turismo, se haga responsable directo del turismo de su país. Como bien escribió Jaime Barrios Carrillo “…la capacidad de recepción no se cuenta sólo en el número de habitaciones disponibles, sino incluye también la conciencia social sobre el significado del turismo” (Jaime Barrios Carrillo, en su artículo “La industria sin chimeneas”, del domingo 9 de agosto, Siglo Veintiuno, Magazine).

Claudia Armas tiene a su cargo el módulo de Planeación Estratégica, en la agencia publicitaria Young & Rubicam, una de las dos agencias escogidas –previa licitación– por el INGUAT para realizar su campaña. “El turista no sólo genera un enriquecimiento económico para la gente que está metida en el negocio de turismo, sino se genera un enriquecimiento cultural, a través del intercambio”, explica Armas. “Con sonreírle en la calle a un turista, con que crucés un par de palabras con él, con que le des una dirección, tu vida también se está enriqueciendo”, agrega. “No sirve de nada traer turistas si la comunicación del guatemalteco con el turista no es abierta. El guatemalteco en general es una persona muy amable, y probablemente ya tiene una relación con el turista: lo que queremos es que esté consciente de que esa relación trae un beneficio. Que no solamente lo haga por sonreír, sino que esté consciente que los turistas son nuestros invitados y están en nuestra casa.”  

Al siguiente día, miércoles 21 de julio, nos trasladamos a Cancuén. Cancuén, o lugar de las serpientes. Y uno de los sitios arqueológicos más esperados del mundo maya. En el proyecto Cancuén, a cargo del Dr. Demarest, se ha querido implementar un modelo particular de desarrollo: involucrar a la misma comunidad circundante en la evolución y cuidado del sitio turístico. Lo que se está buscando es una forma de administración altamente social, un modelo digno de ser probado en un país en donde la gente tiene extrema necesidad y sin embargo ninguna relación auténtica con los bienes del turismo.

Nos acompañan dos policías, que fuimos a conseguir a la estación de Cobán, para que nos acompañen. Viajar por Guatemala no es muy seguro que digamos, y las camionetas llevan bastante equipo.

De vuelta a Cobán, hemos ido a la casa de Nana Winter, ya saben, esa mujer indígena hija de alemanes, casada con el general Benedicto Lucas. Nos recibieron con cohetes, pétalos de rosas, bendiciones, marimba, y el cacao tradicional, que en Cobán se convida para dar la bienvenida a los huéspedes. En la entrada del lugar donde fuimos recibidos (una especie de galpón) estaba colocado un altarcito a Jesús, con su ofrenda, que en este caso era kak ick, chunte incluido. Todos comimos. Luego varios niños bailaron, muy bien además, vestidos con sus trajes indígenas, distintos ritmos de marimba. El general Benedicto Lucas miraba a los niños, complacido, como el abuelo mira a sus nietos. Difícil congeniar esta imagen con la del fundador de la unidad de paracaidistas, con la del fundador de la unidad de kaibiles, y la primera escuela de inteligencia y contrainteligencia de Guatemala… Para la foto, Emanuele bailó asimismo con dos señoras indígenas de rostro humilde o hierático.

Nana Winter me dijo luego algo clave en una conversación que tuvimos sobre los indígenas y el turismo: “Los turistas van a los lugares turísticos pero no conviven con nosotros”.

Al final de la actividad, me puse a hablar con Arnulfo, uno de los pilotos del INGUAT, me contó su experiencia como soldado en Ixcán. Yo pensaba en ese momento que uno de los principales compromisos de toda iniciativa turística en Guatemala es clarear la imagen de sangre que nos persigue, como una maldición, lo cuál no quiere decir ignorar la historia. Al contrario. El Museo Judío, en Berlín, es un buen ejemplo de catarsis y compromiso con la memoria, y a la vez un foco turístico muy exigente.  

También fuimos a tomar fotografías a Semuc Champey, que aún no conocía. El agua elemental se deposita en pozas verdes, acribillada por el ruido de las cigarras, mientras la mano húmeda de la vegetación acaricia las corrientes. Me adelanto con mi propia cámara entre las piedras, pero me resulta cada vez más dificultoso caminar así como voy, descalzo. ¿No deberían alquilar zapatillas en la entrada? Sería un buen negocio, me parece. Y de paso, limpiar un poco los baños, que están asquerosos. Y quizá cambiar al tipo de la entrada, nos hizo la vida imposible al entrar…

Mejorar los sitios turísticos no demanda siempre inversiones desmedidas. Hay cambios radicales –en la infraestructura y en el servicio– que pueden lograrse con un poco de buena voluntad y creatividad desnuda. Simples cosas hacen grandes cambios.

Porque hacen falta cambios. No debemos confundir un sitio turístico con un sitio natural: notable diferencia. Algunos nostálgicos quieren que Guatemala permanezca intocada, que sus rincones permanezcan desconocidos, que nadie, en suma, la conozca. Eso no es ecología, naturalmente, sino egoísmo. Por demás, la diferencia no está en la cantidad de artificio que se le inyecte al sitio, sino en la transitabilidad del mismo.

Hay otros cambios, por supuesto, que merecen más esfuerzo. Willy Kaltshmitt es el Comisionado del Turismo de la Presidencia, y me dijo, en una conversación que tuvimos en Tikal, algo ciertamente interesante: “Generalmente nuestros patrimonios han sido vistos con un lente proteccionista: ´esto es lo que tenemos, aquí no entra nadie, aquí no se hace nada, es prohibido…´ Las pirámides egipcias, el Tal Mahal son lugares que se comercializan en el buen sentido de la palabra, sin alterar el contenido. Usted va allá arriba (me indica uno de los templos) y se da cuenta que los epígrafes fueron destruídos: cuatrocientos, seiscientos años de historia… ¿Por qué? Porque no hay un guardia. No hay un guardia porque no hay cómo pagarle. Las autoridades responsables tienen que abrirse a una mentalidad más comercial, sin alterar el producto. Por el contrario: más comercial, para proteger el producto.”

De regreso de Semuc, hablo un rato con el italiano, para saber su opinión sobre el turismo. Emanuele es un extranjero que vive desde hace algunos años en Guatemala. Me hace un comentario: a muchos de estos lugares esplendorosos de Guatemala, solamente se puede llegar en pick up, luego de un gran ajetreo e incomodidad. Un problema básico de infraestructura.

Solamente llegar al país Guatemala es una gran burocracia. Para que un Europeo llegue a Guatemala tiene que hacer tres escalas: eso no se puede llamar bajo ningún punto de vista acceso fácil. Pero mejorar el acceso aéreo a Guatemala supone cambiar, a secas, de aeropuerto.

Pero hay buenas noticias. A partir de la primera semana de octubre, Guatemala cuenta con un vuelo directo Madrid–Guatemala, lo cuál es mucho más trascendental de lo que parece. Como me explica Fernando Sinibaldi, director del INGUAT: “Hay una gran demanda por nuestro país, pero los asientos son limitados, y por consiguiente caros”. Sinibaldi detalla: “La estrategia que hemos seguido desde enero fue buscar conectividad. Hablamos con varias líneas aéreas y logramos encontrar eco con Iberia. La conectividad Madrid–Guatemala nos permite generar conectividad con el resto de países de Europa. Además, quitar el paso por Miami es muy importante. El turista europeo no quiere pasar por Estados Unidos desde el 11 de septiembre. Tener un vuelo directo nos abre más el abanico.”

También hicimos rafting en el área de las Verapaces. Es muy agradable caerse en el Río Cahabón, terminar en el agua, sentir un pánico momentáneo, lucidez de adrenalina, mientras las rocas apenas entrevistas te esperan en el tumulto del rápido frondoso. Se lo aconsejo a cualquiera.
 

Una nueva administración

Ricky toma fotos desde el puente que une a Santa Elena a Flores. “El sol se ahoga en su sangre que se fija”, así describiría Baudelaire este atardecer. Empero, Baudelaire no dejó ningún verso para describir las columnas de agua, nítidas y verticales, que se han dibujado en la distancia. Es cuando pasa la comitiva presidencial: sucesión de carros polarizados y motos, cruzando brevemente y con diligencia el puente. Uno de los policías de la comitiva se detiene y nos prescribe con la usual prepotencia que movamos los carros, y nos aclara que es una orden presidencial, porque al Presidente le pareció feo que estuviesen parqueados allí los carros.

Dormimos en el Gringo Perdido, hotel notable ubicado a un lado del cerro Cahuil. Pero dormimos poco: temprano, nos levantamos muy temprano para ir a Tikal, y capturar la foto del amanecer desde el Templo IV. El problema es que todo está muy brumoso. Nos quedamos varias horas esperando a que las brumas se disipen. Nos acompaña ahora un nuevo modelo (Emanuele ha tomado un vuelo en el aeropuerto de Flores, de vuelta a la ciudad de Guatemala). El nuevo modelo es Chris Shwartz, un norteamericano que vive en Guatemala desde hace varios años. Normalmente, tendría que haber venido con él asimismo una modelo mujer, pero hubo complicaciones. Por lo cuál Claudia Armas está haciendo de modelo emergente. A lo lejos se escuchan los rugidos de los monos. Una turista de nacionalidad indeterminada se acerca a mí, para preguntarme qué son esos rugidos, talvez pensando que hay leones en la selva.

El administrador del Parque Nacional Tikal es José Rodolfo Sánchez Morales. Actualmente Tikal recibe entre 120,000 a 130,000 turistas al año, entre nacionales (15%) y extranjeros (85%). “El turista nacional es el que más destruye”, me comenta Sánchez Morales. “Hemos tenido serios problemas: el año pasado nos pusieron graffiti con spray en las estructuras.”

Nos subimos al Mundo Perdido, un templo alto y empinado. Agradezco a veces ser periodista. El turista regular no tiene acceso a este templo. Lo mejor es subir en zigzag; es menos cansado. Arriba, el sol castiga la piel, pero a cambio la cúspide ofrece una vista irrepetible. Un helicóptero se acerca en la distancia. En ese helicóptero se encuentran: Willy Kashmitt, comisionado de turismo de la presidencia; Alejandro Sinibaldi, director del INGUAT; y Fernando Conte, presidente de Iberia.

Nos encontramos con todos ellos en la Plaza Mayor.

En el año 2003, me explica Alejandro Sinibaldi, el turismo generó 600 millones de dólares en divisas, y generó 880,000 visitantes para el país. “Nosotros este año nos hemos trazado un crecimiento de 10% en las divisas, es decir llegar a los 660 millones de dólares, y pasar de 880,000 a 1 millón de visitantes.  La barrera del millón es una barrera histórica en el turismo de Centroamérica. Únicamente Costa Rica ha logrado superarla. Pero los números nos dicen que la meta que nos trazamos se va a cumplir”, asegura Sinibaldi. “Lo que buscamos resaltar en esta campaña es la importancia del turismo en la economía del país. El turismo es la opción más viable de desarrollo que tiene Guatemala en el corto plazo. El turismo es el generador número uno de divisas después de las remesas, pero las remesas no se pueden considerar una industria.”

Cuando el director del INGUAT me decía todas estas cosas, recordé que Carlos Navarrete, el arqueólogo, me dijo hace unos años que le parecía “burdamente comercial” la labor del INGUAT. Del INGUAT se han dicho muchas cosas. Se ha criticado con frecuencia su mirada folklorista del turismo. Se le ha acusado de reducir a Guatemala a un mero estereotipo de tarjeta postal, pintoresca, ni siquiera profunda, incluso irreal. En particular, se ha señalado la erosión visual a la cuál se ha sometido el indígena. Sinibaldi parece estar consciente de esto, y de hecho me comenta que la cultura maya marca una diferenciación importante, pero que de hecho buscaba “una sombrilla más grande, para ampliar la base de turistas que vienen al país”.

William Kashmitt es el Comisionado de Turismo de la Presidencia. En el Gobierno no existe propiamente un Ministro de Turismo: la suya es la plaza que más se le acerca. Su comentario es directo: “En los estudios que hicimos”, refiere Kashmitt, “lo indígena estigmatiza pobreza”.

Las autoridades están haciendo todo lo que está en sus manos para cambiar esta imagen, a pesar de la contrapublicidad que rodea de manera permanente a Guatemala, pero es difícil hacerlo cuando el peor adversario es la realidad: después de todo, el indígena es pobre.   

La administración actual ha dado gran importancia al turismo en su gestión. El presidente Oscar Berger ha declarado el turismo como una prioridad nacional. De esa cuenta, el primer gabinete móvil se realizó, simbólicamente, en el Petén.

Al día siguiente, vamos al parque de Ixpanpahul, una reserva natural de 640 manzanas, con el objetivo de fotografiar los modelos haciendo canopy, y cruzando los puentes colgantes: o sea, haciendo eco–turismo. Somos un país, y lo demuestra Ixpanpahul, con potenciales eco–turísticos gigantescos, pero el pastel se lo está comiendo Costa Rica, como bien lo sabe cualquiera. Sucede que el guatemalteco ni siquiera conoce tales potenciales: muchos no saben lo que es deslizarse con arnés por un cable que mide cuarenta metros, de un árbol a otro árbol, entre el follaje bestial. O estar en la mitad de un puente colgante, suspendido en el vertiginoso abismo, extrañamente vivo. Nos hemos experimentado nuestros propios recursos (salvo los previsibles: Antigua, Panajachel, Tikal). ¿Cómo vamos entonces a alquilarlos? 


Violencia doméstica

Llegamos a la hacienda Tijax, en Río Dulce, “albergue y parador ecológico”, como se describen a sí mismo en un brochure. Las cabañas están ubicadas en una especie de pantano, y comunican una con otras y con el resto del albergue por medio de senderos de madera. La luna se filtra entre los manglares.

Para el área de Río Dulce, los modelos son Erick Villa, Evelyn Arevalo, y Karina Flores, jóvenes guatemaltecos, pero ellos deben representar, se supone, a tres jóvenes spring–breakers, visiblemente gringos.

A la mañana siguiente, zarpamos en una gran tiburonera por el Río Dulce. La tiburonera avanza con velocidad y vehemencia, y sin embargo el ruido que produce es monótono y estable. Es tan temprano (está oscuro aún) que hay bastante frío. En un momento, justo al clarear, cae sobre nosotros una lluvia intensa. Terminada la lluvia, mos detenemos en una de las casas que ilustran la orilla del río, para tomar una foto. Mientras los demás se ocupan en ello, yo me dedico a hablar con el Politur, que me muestra su arma: una 9 milímetros Jericho. En cada área visitada, los Cuerpos de Policía respectivos nos prestan uno o dos policías para nuestra seguridad. Por supuesto, los turistas locales y extranjeros no cuentan realmente con este privilegio, sino todo lo contrario. El mayor problema de la administración actual de turismo es la violencia… y el concomitante y temido travel warning. En Guatemala han sucedido atropellos escabrosos a turistas, que todos tenemos en mente.

Fernando Sinibaldi me habló en nuestra entrevista de la Policía de Turismo o Politur: “Mire, la Politur nació como una buena idea. Lo que sucedió es que en los últimos años no se le dio el seguimiento que se le debería de haber dado. Y hoy la Politur necesita motivación, necesita mejores instalaciones, necesita capacitación para asistir al turista.” Por estos días estará implementándose el Programa Piloto de Seguridad.

Seguimos nuestro camino hacia Livingston, en dónde desembarcamos en el hotel Las Velas.

Se unen a nosotros un grupo de música garífuna –se trata de una familia en donde todos son músicos– así como la actual miss Guatemala, mujer de hecho bellísima. Ricky los coloca a todos a tocar y bailar en un muelle, con los tres modelos. Los músicos tocan punta, un género virtuoso y fanático que calza con los movimientos vivos y provocativos que todos los presentes van liberando sobre el muelle, hacia el calor intransigente. En el pueblo de Livingston se nos acercan dos locales, y como otros locales de Livingston, hablan alto, rápido y con mucho orgullo: orgullo negro. La gente de Livingston no se siente particularmente guatemalteca, me da la impresión. Por saltos históricos muy particulares, fueron a dar allí, en donde viven recluidos en una cierta insularidad cultural que los esfuerzos multiculturalistas nos han logrado mermar. Quizá hacen bien en mantenerse aislados. En Guatemala no hay racismo hacia los negros, por la sencilla razón de que no hay negros deambulando por Guatemala, nada más. Pero el racismo es un problema en lo más hondo de la identidad guatemalteca, y un problema que el turismo no puede eludir. Voy a dar otro ejemplo. Días más tarde, nos fuimos a Quetzaltenango, a tomarle fotos a Janiana Marizela López Quemé, que es la Umial Tinimit Re Xelaju´j No´j (o Hija del Pueblo de Xelajú, más comúnmente conocida como Reina de Xelajú). Le estaban tomando fotos, cuando pasó una señora con su hija. La señora le preguntó a su hija, en un tono despectivo: “¿Te gustaría tomarte fotos con esa india?”

Pero la delincuencia –hija natural de la violencia económica, o política– y el racismo no son los únicos focos de violencia en el país. También existe la violencia al medio ambiente, la depredación, la usura, la nihilización de toda fauna y flora, la continua usurpación de la naturaleza por el hombre. ¿Y qué decir de la violencia a nuestro entorno cultural? (La progresiva mexicanización, por poner un caso solamente, del guatemalteco común.) De igual manera, la intolerancia religiosa parece ir en escandaloso aumento…

Un reto tremendo para el turismo en Guatemala es ofrecer al extranjero una versión unificada de nuestra diversidad nacional. En última instancia, un proyecto de turismo nacional es sobre todo un proyecto de identidad, y no una identidad maquilada, sino una auténtica identidad, producto de la tolerancia y la generosidad –hacia los extranjeros y entre nosotros mismos.

En lo personal, estoy hechizado por este país. La gira del INGUAT me llevó a muchos lados –muchos de ellos no aparecen aquí por razones de espacio. No creo en Alá, pero con gusto me arrodillo junto al rico negociante árabe, para dar infinitas gracias.  

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