Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

Pascualito: nuevo libro de Monteforte

Últimamente he estado subiendo, en mi blog Salivario, ensayos que he escrito sobre Monteforte. Aparte de los ensayos, también tengo entrevistas y crónicas, trabajo periodístico vinculado a su persona. Por ejemplo, aquí una entrevista publicada cuando sacó su libro para niños, Pascualito.


Monteforte sacó nuevo libro, Pascualito, que viene a ser un cuento para niños –esos grandes olvidados de nuestras letras. La cosa es que a los pequeños hay que vigilarlos, pero hay que vigilarlos no con robóticas reprimendas sino con imaginación, con fábulas, delirio, inteligencia, mundos. En un país en el cual las publicaciones suelen ser muy pigmeas y muy elementales, un libro como éste –a todo color, edición reancha– destaca, insiste. El libro fue ilustrado por el pintor mexicano Leonel Maciel.

Veamos, esta edición es un proyecto conjunto del Ministerio y Magna Terra.
–Sí, principalmente fue el Ministerio de Cultura que lo hizo, a través de la editorial de ellos. El libro vale 110 o 120 quetzales, pero ellos no quisieron venderlo a ese precio, dijeron que tenía que venderse más barato, y ahora se va a vender a 75 quetzales.

Supongo que ahora lo van a poner como libro de texto en alguna escuela...
–No sé qué van hacer con él. Mire, ésos son recortes que yo mismo hice. Con unas tijeras me pasé tres meses trabajando en esto.

Usted hizo el cuidado de la parte de diseño.
–Claro. Todo el dibujo de las páginas, todo lo que está viendo ahí.

¿Ya había alguna vez incursionado en esto de la literatura infantil?
–He escrito unos cuantos cuentos de niños a lo largo de la vida. A mí me interesan mucho los niños. Inclusive hay una tesis sobre mi trabajo y los niños.

¿Qué me dice del cuento en sí?
–Éste es un cuento que yo le contaba a mis hijos todas las noches. En lo más emocionante me quedaba, como en las películas. Así nació. Poco a poco le fueron añadiendo ellos a la historia: se iban remodelando los personajes y enriqueciendo los sucesos. Es un cuento muy veraz.

Márquez dijo alguna vez que había tratado de hacer literatura infantil, y que había fracasado por tratar de hacer fantasía, cuando los niños en realidad no quieren que les mientan.
–Hay dos telones, dos redes en contra de la comunicación con los niños: el primero es que la mayor parte de los adultos creen que los niños son tontos, y eso no es verdad; en segundo lugar hay que decir que los niños son verdaderamente niños y libres fuera de la escuela: cuando entran a la escuela los estupidizan, los idiotizan los maestros y los sistemas de enseñanza. Y hay otra cosa: los libros de cuentos están escritos en una lengua cretina, que es la que los que escriben suponen que entienden los niños, pero nadie hace el esfuerzo de pensar cómo lo hubieran hecho ellos. El cuento de niños no es ni la realidad de la literatura, ni es la realidad nuestra: es la realidad de ellos, en donde cabe absolutamente todo. Como son libres entonces ignoran estas reglas fatales, como la gravedad, las distancias... todo eso ellos lo ven de otra manera. Entonces las cosas vuelan, salen, van, vienen, cambian. Luego los conflictos que tienen no son los que planteamos nosotros –conflictos de clases, etnias, culturas– sino los pequeños conflictos que para ellos son muy importantes.

Yo creo que el poeta es el perfecto perpetuador de la infancia.
–Todo lo que nos queda de inventiva a los escritores es la infancia: es lo único que por fortuna no progresa. O se tiene o no se tiene. Todo lo demás es racional y todo viene de la dialéctica, o de las leyes de los adultos; es el empobrecimiento de la creación. Yo aspiro a que este libro no sea un libro para los niños. Este libro es un libro de los niños para todos aquel que tiene algo de niño adentro, aunque tenga 80 años.

Incursionar en ese mundo previo a nuestras estructuras simbólicas.
–Pero fíjese que la idea del bien y del mal también es de ellos. Ahora, el mal no es la trasgresión de los mandamientos de la ley de Dios, o de las reglas de la casa, o de toda la serie de ideologizaciones que hay en la familia: hay que respetar al padre porque es tu padre, a la madre porque es la madre, hay que cuidar a la hermana porque es mujer y tú eres hombre... esas cosas que vienen de la familia. Eso no existe entre los niños. Y es que los padres suelen ser verdaderos verdugos de los niños.

Aunque también en la infancia hay muchas relaciones de poder, que a veces pueden llegar a tener una crueldad...
–Son de una crueldad horrorosa a nuestros ojos. Hay que recordar aquel cuento de Bradbury en donde los niños matan a los padres. Los niños son sumamente crueles, según las normas nuestras.

La edición de su libro me da pauta para hablar un poco de la pobreza editorial reinante en Guatemala, a nivel de producto, de objeto.
–Eso viene fundamentalmente de la rutina de las editoriales. Las editoriales ven el camino más fácil y más barato de trabajo, como es natural. Entonces tienen una formula de cómo deben de ser las carátulas. No hay formación técnica de diseño de trabajo para las editoriales. Lo que hay es una rutina, unos señores que hacen eso como empleados.

¿Quién hizo las ilustraciones?
–Un gran pintor mexicano que se llama Leonel Maciel.

Las hizo exclusivamente para la obra.
–Para eso, claro. Es un pintor que piensa como yo en materia de libro: las ilustraciones están hechas con absoluta libertad.

Aquí en Guatemala como que no hay mucha literatura infantil.
–No.

¿Y eso por qué?
–Bueno, por dos cosas: es más barato importar el libro de niños que hacerlo acá...

…pero yo me refería más a nivel de creación.
–No, aquí no hay una corriente de literatura infantil. Otra vez: hay maestros que hacen libros de niños, eso sí. Es que es algo para mercados grandes. ¿Quién le pagaría a un inventor de cuentos de niños? Uno piensa en eso cuando piensa en Bradbury. Mire usted, donde hay unos libros para niños maravillosos es en el Brasil y en el Canadá. Son unos libros hechos por los grandes pintores y escritores. Y los editores han hecho maravillas de colores. Si usted analiza los libros de niños aquí, se dará cuenta que tienen unas ilustraciones lamentables...

Y el niño mira las ilustraciones y las absorbe como una esponja, y esas ilustraciones configuran su imaginario. Claro ¿qué le puede quedar al niño después de unas ilustraciones tan pobres?
–El niño tiene que ver el dibujo y descomponerlo como le de la gana. Es inagotable: el niño puede jugar con todo esto, imaginarse todo lo que hay ahí ¿verdad?

¿Por qué no hay gente que de pronto dice ‘voy a escribir un libro para niños’? ¿Por qué no resulta seductor para el escritor guatemalteco hacer literatura infantil?
–Bueno, otra vez la cosa económica: porque es más barato comprar eso que viene en masa de España o en masa de México. Y aquí estamos minados por otras cosas: por ejemplo la falta de lectores, y también la pobreza. De la clase media para abajo los libros son caros, y la gente de arriba no compra libros. La inmensa mayoría de nuestra burguesía no compra libros.

¿Se disfrutó la escritura del texto?
-Ah, me divertí, me reía como tonto.

Y la gestión de la frase... porque me imagino que uno debe tener cierto cuidado para no hacer una cosa demasiado literaria si está haciendo un libro para niños.
–La prosa de este libro –hasta donde eso es posible– no trata de ser literaria, sino trata de ser expresiva, trata de ser un medio. Allí no hay abstractos, no hay un esfuerzo de escribir. No usar palabras muy complicadas, tratar de buscar la que cabe con mayor naturalidad en un momento dado, buscar la equivalencia de lo que se está contando con la manera como se está contando, no ponerle movimiento a lo estático y viceversa: eso son los esfuerzos técnicos, digamos.

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