A saber si aún existe este proyecto.
Proyecto 4, proyecto de neoartesanías. Así es como se llama el curso, y detrás del título inquietante, se encuentra un beneficioso proyecto de colaboración entre estudiantes de la Universidad Rafael Landivar y la Gremial de Artesanos de la Antigua.
Con frecuencia o todo el tiempo se nos olvida que los objetos que nos rodean no están allí por generación espontánea, es decir que alguien tuvo que pensarlos y hacerlos para que pudiesen existir.
La carrera de diseño industrial es la encargada de formar profesionales con la suficiente inventiva, dirección estética y sentido de la aplicación para generar estos objetos y hacernos el mundo un tanto más habitable. Muchos de los estudiantes de la carrera no tienen ocasión, sin embargo, de llevar sus ideas a la experiencia real durante su tiempo de estudios. Es el dilema que separa la teoría de la práctica. Con el fin de acortar esta brecha, los catedráticos Ovidio Morales y Héctor Ponce elaboraron para la Universidad Rafael Landivar el Proyecto 4, proyecto de neoartesanías.
Tal proyecto pretende acercar a los estudiantes de diseño industrial a los artesanos, en este caso los artesanos de la Gremial de Artesanos de la Antigua, con quien la Universidad hizo un convenio (se eligió la Antigua porque es una ciudad muy cercana a la capital, es decir, y otra vez, por razones prácticas). ¿Quién más competente para mostrarle al estudiante los pasos concretos de la elaboración de un artículo? La idea básica es que el alumno lleve al artesano una idea y el artesano la ejecute, siendo el alumno testigo de todo el proceso. Ambas partes salen ganando: el artesano complementa su trabajo con ideas frescas de diseño, que de hecho pasan a ser suyas, y el alumno experimenta de cerca las dificultades de la realización. Así pues, el resultado es una neoartesanía, que se acerca a la artesanía tradicional, a su carácter vernáculo y típico, pero a la vez modificándola con un cariz más novedoso y moderno.
Juan Antonio Juárez es un señor afable, cuyo taller, como en la mayoría de casos, se encuentra en su propio domicilio. Tiene quince años de tener el negocio. Pero su familia lo ha venido haciendo –trabajar el metal– por tres generaciones; desde 1890.
Proyecto 4, proyecto de neoartesanías. Así es como se llama el curso, y detrás del título inquietante, se encuentra un beneficioso proyecto de colaboración entre estudiantes de la Universidad Rafael Landivar y la Gremial de Artesanos de la Antigua.
Con frecuencia o todo el tiempo se nos olvida que los objetos que nos rodean no están allí por generación espontánea, es decir que alguien tuvo que pensarlos y hacerlos para que pudiesen existir.
La carrera de diseño industrial es la encargada de formar profesionales con la suficiente inventiva, dirección estética y sentido de la aplicación para generar estos objetos y hacernos el mundo un tanto más habitable. Muchos de los estudiantes de la carrera no tienen ocasión, sin embargo, de llevar sus ideas a la experiencia real durante su tiempo de estudios. Es el dilema que separa la teoría de la práctica. Con el fin de acortar esta brecha, los catedráticos Ovidio Morales y Héctor Ponce elaboraron para la Universidad Rafael Landivar el Proyecto 4, proyecto de neoartesanías.
Tal proyecto pretende acercar a los estudiantes de diseño industrial a los artesanos, en este caso los artesanos de la Gremial de Artesanos de la Antigua, con quien la Universidad hizo un convenio (se eligió la Antigua porque es una ciudad muy cercana a la capital, es decir, y otra vez, por razones prácticas). ¿Quién más competente para mostrarle al estudiante los pasos concretos de la elaboración de un artículo? La idea básica es que el alumno lleve al artesano una idea y el artesano la ejecute, siendo el alumno testigo de todo el proceso. Ambas partes salen ganando: el artesano complementa su trabajo con ideas frescas de diseño, que de hecho pasan a ser suyas, y el alumno experimenta de cerca las dificultades de la realización. Así pues, el resultado es una neoartesanía, que se acerca a la artesanía tradicional, a su carácter vernáculo y típico, pero a la vez modificándola con un cariz más novedoso y moderno.
Juan Antonio Juárez es un señor afable, cuyo taller, como en la mayoría de casos, se encuentra en su propio domicilio. Tiene quince años de tener el negocio. Pero su familia lo ha venido haciendo –trabajar el metal– por tres generaciones; desde 1890.
A Juan Antonio Juárez le ha gustado la experiencia de trabajar con alumnos de la Landivar, y acepta de buen grado las nuevas ideas que éstos traen. “Los artesanos más conservadores desechan este tipo de productos. Los que no somos tan conservadores pensamos que estas tendencias podrían pegar y podrían masificarse.”
Luis Pedro Quiñónez, uno de los alumnos que trabajó con este artesano, explica: “El proyecto consistía en trabajar nosotros los diseñadores con los artesanos para conocer un poco mejor las técnicas, y aplicar lo que hemos aprendido en la universidad, los conceptos de estética para poder hacer una línea de productos”. La de Luis Pedro es una línea para jardín, hecha en hierro forjado. Les tomó aproximadamente una semana hacer cada artículo.
Vitelio Orozco, otro artesano, observa al respecto de este intercambio: “Yo realmente lo veo muy interesante para nosotros. A nosotros nos interesa crear nuevos productos, no quedarnos estancados en lo que ya comúnmente se viene vendiendo. Yo por mi parte estaría dispuesto a volver a hacerlo. Nosotros no queremos que la artesanía muera; yo siento que la artesanía se ha ido perdiendo, y realmente me parece una idea magnífica que los alumnos estén involucrados dentro la artesanía, o sea pues dentro de nuestra herencia. Que venga otro alumno: él traerá otras tácticas de trabajo.”
Héctor Ponce, catedrático, señala: “El papel lo aguanta todo; se puede dibujar el diseño, pero a la hora de realmente hacerlo uno se topa con todas las dificultades. Obviamente ese dibujo que empezó en A probablemente termine en F, porque se va modificando y modificando. Pero las modificaciones deben contemplarse como mejoras. Nuestra misión es ser punta de flecha, y eso exige mucho sacrificio. Se es diseñador o no se es.”
Luis Pedro Quiñónez, uno de los alumnos que trabajó con este artesano, explica: “El proyecto consistía en trabajar nosotros los diseñadores con los artesanos para conocer un poco mejor las técnicas, y aplicar lo que hemos aprendido en la universidad, los conceptos de estética para poder hacer una línea de productos”. La de Luis Pedro es una línea para jardín, hecha en hierro forjado. Les tomó aproximadamente una semana hacer cada artículo.
Vitelio Orozco, otro artesano, observa al respecto de este intercambio: “Yo realmente lo veo muy interesante para nosotros. A nosotros nos interesa crear nuevos productos, no quedarnos estancados en lo que ya comúnmente se viene vendiendo. Yo por mi parte estaría dispuesto a volver a hacerlo. Nosotros no queremos que la artesanía muera; yo siento que la artesanía se ha ido perdiendo, y realmente me parece una idea magnífica que los alumnos estén involucrados dentro la artesanía, o sea pues dentro de nuestra herencia. Que venga otro alumno: él traerá otras tácticas de trabajo.”
Héctor Ponce, catedrático, señala: “El papel lo aguanta todo; se puede dibujar el diseño, pero a la hora de realmente hacerlo uno se topa con todas las dificultades. Obviamente ese dibujo que empezó en A probablemente termine en F, porque se va modificando y modificando. Pero las modificaciones deben contemplarse como mejoras. Nuestra misión es ser punta de flecha, y eso exige mucho sacrificio. Se es diseñador o no se es.”
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