Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

Leer la lluvia



La lluvia es una poderosa emanación que ha servido para generar algunos de las mejores creaciones literarias. Sucia o virginal, la lluvia nos ha sacado no pocos versitos.

Cuando llueve, unos se ponen a ver por la ventana, otros se tragan cincuenta pastillas, de la pura depresión, y otros, algunos, se ponen a regar el huerto de la inspiración: escriben. De toda esa escritura pluvial han surgido poderosas páginas.

Allí están, para empezar, los relatos míticos, fundacionales. Tenemos el relato del diluvio universal, común a varias culturas, en donde la lluvia es descrita como una energía ominosa, destructora, castigadora, una suerte de Mitch a dantesca escala, que no se detiene, que cubre tanto lo diurno como lo nocturno: la totalidad del tiempo. Y por este motivo se obscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de día, una lluvia de noche (Popol Vuh). En la Biblia, el creador decide destruirlo todo con desdeñosas precipitaciones: El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas.

Este mito no es completamente diferente al mito griego del diluvio provocado por Poseídon, quien bajo encargo de Zeus, manda a destruir a la humanidad por andar jugando con fuego, el fuego prometeico, esto es. García Márquez habría de importar el contenido mítico del diluvio universal a su novela Cien años de soledad: una lluvia de cuatro años, once meses, y dos días exactamente. Y no olvidaremos la frase extraordinaria de Úrsula: Nada más estoy esperando que pase la lluvia para morirme. Y ya que estamos en frases memorables, citemos a Hemingway, en Adiós a las armas, cuando su personaje Catherine dice: La lluvia me da miedo, porque, a veces, cuando llueve me veo muerta.

Hay lluvias menos apocalípticas, naturalmente. Las hay más líricas, cercanas. Como cuando Bashô –el gran poeta japonés que revolucionó el arte del haiku– dice, con sencillez inagotable: Tras la lluvia/ el musgo/ especialmente verde. Borges, en el poema la lluvia, escribe, al ritmo de su genio: Bruscamente la tarde se ha aclarado/ porque ya cae la lluvia minuciosa./ Cae o cayó. La lluvia es una cosa/ que sin duda sucede en el pasado. La lluvia también es símbolo de otra cosa, como en este poema de Luis de Lión: Así me gusta tu pelo/ tendido y húmedo/ como una lluvia.

No sólo la poesía se ha beneficiado de la lluvia: también lo ha hecho la prosa. En el cuento fantástico Chac Mool, de Carlos Fuentes, una escultura prehispánica cobra vida, ávida de lluvia, llevando a su dueño a la locura y a la muerte; o ese otro cuento del brillante Bradbury –La larga lluvia– en donde unos astronautos se encuentran en Venus y sucumben ante un aguacero incesante y demencial: Era una lluvia que ahogaba todas las lluvias, y hasta el recuerdo de las otras lluvias. Y tendremos para siempre la lluvia críptica de Edgar Allan Poe en La caída de la casa Usher.

Naturalmente, no hay espacio en esta nota para tanta lluvia. Pero si conoce usted frases memorables alusivas a la lluvia, no dude en colocarlas a la cola de este artículo en internet, en la sección de comentarios.

2 comentarios:

  1. El Puente
    29 octobre 2014, 21:34
    Del otro lado del puente
    había un pueblo,
    tan pequeño,
    que sus habitantes
    no necesitaban salir de él
    hacia ningún mercado;
    el trueque les proveía
    lo necesario
    para existir alegremente.
    Yo,
    desde este lado del puente,
    sentía el deseo
    de atravesarlo
    para ir a comprender
    el misterio de sus sonrisas.

    Un día lluvioso
    estaba yo
    sentado de mi lado del puente cuando,
    de repente,
    una bella mujer,
    llorando,
    lo atravesó.

    -Lo único que me queda por trocar es el amor- me dijo-.

    Yo la seguí hasta el momento en que nos convertimos en gotas de lluvia.


    Jorge Guerra

    ResponderEliminar
  2. Ella
    Perdí la cuenta de las gotas de lluvia que el viento estrellaba contra la ventana convirtiéndolas en lentos riachuelos describiendo curvas cristalinas sobre lo transparente.  Abrí la ventana, saqué la cara para sentir el viento mojado y la vi sentada dentro del carro secándose los pies.
     JorgeGuerra 

    ResponderEliminar