Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

AZCCA: confesiones bausanas

La familia de mi esposa es de Zacapa, y es difícil no dejarse contagiar. Un día fuimos a dejarle flores a mi finado suegro, y aprovecharon para llevarme a la sede de AZCCA, en donde comimos marquesote y reímos como enfermitos. Fue grande. La nota fue publicada en Siglo XXI.



AZCCA (Asociación Zacapaneca de Contadores de Cuentos y Anécdotas): 1) Especie de depósito muy nutrido de fábulas populares a la vez verdaderas y falsas, generalmente humorísticas; 2) Uno de los últimos bastiones del humor nacional, que ha perdido numerosas batallas, casi todas; 3) Grupo de personas en apariencia sin oficio que se reúne a rememorar intrigas de provincia; 4) Modo de amar esa República Más Bien Independiente Llamada Zacapa.


¿No debería de haber un análogo de AZCCA en todos los departamentos? AZCAA es un modelo interesante de recuperación histórica. Pero ya no esa oscura recuperación histórica (piscinas y piscinas de sangre) a la cuál nos tienen acostumbrados, de un tiempo para acá, necesaria, quién lo duda, pero de ninguna forma la única, ni acaso la mejor. ¿No puede haber otros focos de visitación, de memoria? ¿No hay otra manera de vivir nuestros velorios? ¿Por qué no volver a esa clásica manera de morirse que consiste en morirse de la risa?

Noé Padilla, uno de los integrantes de este singular grupo, explica en su texto “AZCCA por dentro” que “el husmear es la característica principal de AZCCA. El empujar a los desanimados es su acción. El ajotar la pasividad y la indiferencia es su ocupación. El ahuyentar el temor y el qué dirán es su lucha. El tirar por la borda al espíritu conservador es su constancia. Diseminar las letras es su desvelo. El “brincarse las trancas” es su necedad.”


Grandes carcajadas junto al patio

Mi suegra, quién vivió años en Zacapa, me ha organizado una reunión con los miembros del grupo, en su sede: casa fresca y pulcra, con patiecito ajardinado, y en el patio un busto, a lo mejor de Miguel Ángel Asturias. Imaginen, entonces: grandes carcajadas junto al patio, debajo de las tejas protegiéndonos del sol incalculable: una tarde ilustre.

La sede de AZCCA está ubicada en la 3ª. calle 17–97 de la zona 3, en el Barrio Las Flores, Zacapa (y el teléfono es 79410183; si alguien desea comunicarse, puede hablar con Salvador Orellana). Sí, la casa que causó escándalo en tiempos de Portillo. Se dijo entonces que Portillo les había dado millones a esta gente. Ellos me explican que la casa está a nombre del Ministerio de Cultura. Tuvo un costo de 350,000 quetzales, más IVA.

AZCCA tiene derecho a ocuparla por espacio de cincuenta años.

El piso cuadriculado, de baldosas frescas, riñe con las aceras hirvientes de afuera. En la pared hay fotos, muchas fotos. La más grande siendo un retrato aéreo de Zacapa, en blanco y negro. Varias mesas juntas, cubiertas por manteles verdes. Más allá, una biblioteca, pulcra ella también. Más fotos. En una de ellas aparece el ex Presidente Alfonso Portillo, muy oriental con su sombrero.

La reunión empieza. Pero quizá antes de entrar en este asunto, conviene mencionar algunos datos de AZCCA. Esta asociación nace el 3 de octubre de 1987, en Gualán (esta semana cumplió 18 años de existencia, en los cuáles ha cumplido con nutridas actividades, como talleres, y ha publicado una multitud apreciable de libros); “sus padrinos notables”, escribe Noé Padilla, “fueron, entre otros, Óscar de León, Tasso Hadjidodou, Marco Antonio Franco, Salvador Bonini, Héctor Cifuentes Aguirre, José Ernesto Monzón, Miguel Ángel Vásquez, José Luis Palma, Marco Augusto Quiroa, Byron Cordón, Carlos Arturo Urzúa, Miguel Alberto Ordónez, Byron Quinto, Nery Ordónez, Julio Portillo, Jorge Cáceres, Marco Cordón, Maco Ordóñez.”

Nos sentamos. El Dr. Armando Andrino comienza esta junta, con cierta formalidad. Lo acompañan el Dr. Julio Morales, Salvador Orellana, Carlos Urzúa, entre otros. Del otro lado de la mesa, Byron Orellana –de ancha reputación en el área– se pasa un pañuelo por la frente. Somos una docena en total.

En calidad de invitado, procedo a leer parte de un cuento mío, también a decir unas palabras: “La literatura siempre ha sido para mí un acto de misantropía, un acto solitario, un acto de reclusión, un acto casi antisocial, y sin embargo existe otro tipo de literatura, una literatura que religa, que hace que todos estemos juntos, y que toma en cuenta al otro...”

La verdad, estoy contento de estar aquí. El escritor y periodista José Luis Perdomo, también de Oriente, siempre me ha hablado de AZCCA. En su momento, la Asociación fue visitada por personajes de la literatura nacional como Mario Monterforte Toledo o Marco Augusto Quiroa.

Comienzan las anécdotas, la risa/proceso que se va desovillando, a lo largo de las siguientes horas, hasta bien establecida la noche.

En Zacapa, el calor derrite cualquier hielo. En la mesa baila el marquesote y la quesadilla. Más tarde, caerá la lluvia, alegremente.

Pero lo que más interesa es la lluvia de anécdotas. Byron Orellana empieza.

Byron Orellana cuenta con un gran sentido del detalle, a la hora de contar sus anécdotas, y es muy expresivo (las manos, vean las manos). El habladito de Oriente que imprime a sus personajes (los diálogos) contrasta con el resto –más ceremonioso y pausado– de la anécdota (la parte propiamente narrativa). Realmente, está haciendo literatura. Se toma su tiempo para desarrollar las historias, que va llenando de falsa solemnidad para recalcar la comicidad de las mismas. Sus silencios, sus efectos. Es un experto.

Es un experto, y sin embargo no es un profesional. No hace esto profesionalmente. Es la parte casual del asunto la que le da fuerza.

Dice: “A nosotros nos gusta tradicionalmente contar nuestras anécdotas en los velorios, y así sin muerto no deja uno de estar nervioso.”

En los velorios todo el mundo quiere estar cerca de Byron Orellana.

“Todo el mundo va para donde Byron, y deja al muerto”.

Raúl Zuchini también es muy hábil en el contar. “Contar tonterías”, dice él. “Nosotros hablamos como habla la gente de Oriente”. Su ars poetica: “El cuento es pura ficción y de tanta repetición parece ser verdadero”.


Sobre lo que no llora: la importancia de AZCCA

La risa es un cuaderno que se está descuadernando. A las puertas de la Gran Carcajada, todos caen rendidos.

Los miembros de AZCCA desencarnan los desajustes, las ingenuidades del comportamiento establecido, las inercias, de la vida de Oriente.

Ellos son en verdad nuestros stand–up comedians. Ellos son nuestros maestros del improv. Algunas de sus historias son extensísimas. Las despliegan con gama narrativa, y para mantener la expectación las adornan con picos de suspense cómico, con ángulos, momentos salientes y emisiones geniales. Para mientras, nosotros, los espectadores, estamos como absortos, como en paréntesis. En efecto, estos contadores nos han quitado momentáneamente la máscara de la muerte: sus anécdotas son poemas de la contrasolemnidad. He ahí su importancia. Bienreír es reír contra la nada, contra el alambre espigado de la nada. Por eso, el espacio natural de los contadores son los velorios. Los velorios en Zacapa son alegres. Zuchini nos dice: “El velorio es una fiesta. Dios guarde”.

Caigo en cuenta: por eso es que a Velorio, el famoso cómico nacional, le llaman Velorio. Yo lo escuchaba en el colegio. Nos hacinábamos en torno a la radiograbadora. Sus chistes nos hacían, a menudo, reír. Para el Dr. Julio Morales, no obstante, Velorio es, sin más, un malcriado, un abusivo. Sugiere el Dr. Morales que en las historias de AZCCA casi no hay malas palabras, y si las hay están puestas en momentos muy estratégicos. Ciertamente, lo que hace Velorio es distinto a la tradición oral de contar anécdotas. Velorio cuenta chistes. Pero el juicio de la risa no admite liviandades.

Por demás, AZCCA no reúne solamente historias graciosas, cuentos divertidos. Los hay a la vez muy serios, muy conmovedores.

A menudo, los escritores de la capital no toman en serio a la gente de AZCCA.


Hermanos en la verdad y en la mentira

Bien entendido, la tradición no es un informe fiel del pasado. Los integrantes de AZCCA recuerdan creando. Sus anécdotas son zonas indiscernibles de ficción/realidad. Todo viene cuarteado, mezclado, como una cuba libre. También la verdad se inventa, dijo Machado. De la misma forma, podríamos decir que la mentira se rememora.

Una de las funciones principales de AZCCA es preservar. Es por ello que han publicado varios libros. Carlos Humberto Urzúa me ha regalado el suyo: Con sabor a tuna. Cómo me he divertido leyéndolo.

Pero realmente son los miembros mismos de AZCCA el soporte principal de recordación: auténticos libros vivos. El anecdotario popular se ha fijado con gran precisión en esto cerebros. Son como antenas. Una delirante biblioteca de ingenio. Las anécdotas flotan, las pescan en el aire de sus cabezas. Y sus cabezas están llenas de historias de su tierra, así como su tierra está llena de historias de su gente. “Esto es una cantera”, dice Barrientos. Son historias escuchadas de auditu. “Ni siquiera tenemos velocidad para escribir lo que vemos”.

Zuchini reivindica la importancia de contar la historia política de Zacapa. “Porque eso no está escrito, y si está escrito, está mal escrito.”

Los integrantes de AZCCA llevan un programa aproximativo de lo que van a decir ante su público, pero siempre sufre variaciones. Variaciones en si menor. En re sostenido. Variaciones. Historias caprichosas como el mercurio, desviándose hacia acá o hacia allá, de acuerdo al ambiente, al público, a los azares de la presentación. En estos diálogos orientales, nada está escrito. Viene uno de ellos y dice una anécdota. A partir de esta anécdota, viene el otro y completa con sus propios recuerdos, y luego un tercero, y así. Es una suerte de ping–pong. Un episodio teatral –esto es: irrepetible– en dónde los sujetos se aprietan en la experiencia de lo colectivo.

Es la oralidad. Historias que perviven en un imaginario nunca individual. Espacios públicos de convergencia (recordemos la esquina “bausana” de Cabañas, el “peladero” en Zacapa…) y creatividad. Felizmente, han invitado a miembros de AZCCA a salir de Zacapa, y transportar estos espacios a otras latitudes: por ejemplo, la Universidad Landivar; incluso han viajado a los Estados Unidos, a “platicar”, para llevar este memorial de la tierra caliente. Escuchen a estos doctores contar sus babosadas, “bausanadas”, ironías, anécdotas de las estepas orientales. Transcribirlas no tiene sentido. Hay que oírlas de viva voz.

6 comentarios:

  1. Excelente entrevista, yo soy seguidor de los autores de libros de los miembros del AZCCA, desafortunadamente con el deceso de su Editor Oscar de Leon Palacios su Literatura es dificil de encontrar, es mas es casi inexistente. La unica forma de leer estas bellas obras que bien defienden la finalidad de la Asociacion que es la de divulgar la tradicion oral del oriente del pais. . .es en la Biblioteca de la sede y en algunas de las Bibliotecas de las Municipalidades de donde son originarios sus autores. . .
    Gerardo Paz

    ResponderEliminar
  2. Dos años viví en Zacapa, hace ya bastante tiempo, pues ahí me encaminó el destino a trabajar y ser huésped en casa de Don Pancho Duarte, famoso por sus limonadas bien frías en el barrio La Reformita. Bellos momentos que no olvidaré jamás, pues tuve la fortuna de conocer gente amistosa, jocosa, sincera, que dejó una gran huella en mi corazón. ¡¡Enhorabuena, a seguir dando ejemplo ardiente de alegría y pasión por el humor, por la vida mísma...!!

    ResponderEliminar
  3. En 12 dias voy al maraton de cuentos de Guadalajara( España) y en un mes me gustaria visitaros, comovel 29 de junio. Me gustaria hacer un contacto entre voso tros y ellos. Voy de vacaciones a Guatemala.Mi email: gar@gogestion.com. He sabido de vosotros por un articulo sobre vosotros en el periodico español El Pais.

    ResponderEliminar
  4. http://www.maratondeloscuentos.org/maraton-2018/

    ResponderEliminar
  5. https://elpais.com/elpais/2018/06/01/opinion/1527876940_909771.html

    ResponderEliminar