Para bien o
para mal, el fútbol es indiscutiblemente el deporte número uno en el país.
Oigamos lo que dicen los detractores, los fanáticos, y algún equilibrado, al
respecto.
I
Envío un
correo a la gente de Plaza Pública. En él les propongo un texto sobre fútbol. Y
más específicamente: sobre la pasión del guatemalteco por el fútbol. Se me
ocurre que es un tema que puede arrear algunos lectores.
La escribiré
desde la visión de alguien que no sabe absolutamente nada de balompié –o sea yo
mismo– y que va averiguando.
Como no
tengo mucho de mi ser invertido en este deporte, eso me da chance de acercarme
al tema con relativa inocencia.
Mi
sobrenombre para este artículo bien podría ser: el Neófito.
II
Por otro
lado, es imposible guardar inocencia con esto del fútbol, puesto que el fútbol
ha infiltrado toda nuestra realidad, como un virus altamente efectivo. Y no hay
quien no esté en alguna medida contaminado.
Si tu
padrastro te regala una bola brillante de fútbol cuando sos un niño, eso te
Marca. De manera que empiezan a darse toda suerte de mecanismos afectivos por
virtud de los cuales el anhelado afecto paterno queda para siempre ligado a un
objeto de cuero de superficie curva cuyos puntos equidistan de otro punto
llamado centro. Es decir una pelota.
Cuando yo
era bien chavito, mi padrastro me regaló una pelota.
Y luego cómo
olvidar las chamuscas en el colegio, a las doce en punto, sobre polvo y
piedrín. O sea que uno se caía y quedaba todo ensangrentado. Pero no hay por
qué horrorizarse: la sangre se mezclaba con el gozo, un sentimiento ducal de
estar flotando sobre la ola más bella de la existencia. Y me parece que yo era
volante, en ese entonces.
Fuera del
colegio, también jugábamos con los amigos. Tenía un mi cuate con quien jugábamos
en la colonia Oakland, hasta que la cabeza de la tarde caía decapitada, pero luego
seguíamos, ya entrada la noche. Parecíamos personajes de una película de Julio
Hernández.
Con los de
la clase hicimos un equipo de fút, extraescolarmente. Y así jugábamos en los
campos de la zona 15, en ese tiempo más ferales, contra rivales que ignoro de
dónde salían. Era todo muy bello, en verdad. Ya para entonces yo no era
volante, sino defensa: yo era el defensa estrella.
Con esa
misma mara de la clase nos pusimos a ver un mundial (Italia 90). Como todos le
iban a Argentina, dispuse irle a Alemania, por el mero hecho de que los demás
querían que perdiera. Siempre he tenido un afecto subterráneo por el rechazado,
aún si el rechazado en este caso era un equipo de la talla cósmica de Alemania.
Desde
entonces le voy a Alemania siempre en los Mundiales y las Eurocopas.
Últimamente hemos perdido oportunidades doradas, pero no me importa, porque
siempre he tenido un afecto subterráneo por los perdedores. El problema con
Alemania es que cuando pierde es como si ganara. Es un perdedor ganador, no sé
si me explico. Y lo malo es que a veces realmente –brillantemente– gana. Una
tragedia.
Luego ya
dejé el fútbol definitivamente por actividades más vaporosas y seguramente
ilegales. Mi relación lírica, épica, y dramática con el alcohol empezó
entonces.
Recuerdo que
iba a la casa de un compañero de la clase, en la Colonia Bran, cuyos amigos de
barrio eran todos unos grandes bolos. Fueron ellos quienes me llevaron a mi
primer Clásico, y el único de hecho al cual he asistido hasta la fecha.
Los
fanáticos bajaban clandestinamente los gorditos de guaro con pitas por los
muros, y era todo una gran orgía etílica, por lo menos donde yo estaba sentado.
Uno de los nuestros –que no era exactamente uno de los de Conrad– estaba
especialmente borracho, y decidió insultar a los del equipo contrario, y,
créanme: eran un resto. Yo veía con creciente nerviosismo cómo el mencionado estiraba
la mano, en plan tu madre, mientras decía, más bien gritaba, váyanse a la verga
hijos de la gran puta. Llovían botellas, es posible que con meados. Comenzaron
los morongazos. Yo no sé de dónde los sacaban, pero hasta palos llevaban. Alegrísima
fiesta de sangre.
Alegre, pero
me terminé alejando poco a poco del fútbol. Además de las actividades vaporosas
y seguramente ilegales, me empezaba a interesar la literatura, y me las empecé
a llevar de intelectual. Y lo menciono, porque me fui convirtiendo en uno de
esos intelectuales intolerables que creen que están por encima del vulgo, uno
de esos intelectuales de esos que desestiman a priori y de modo absoluto el fútbol, por burdo, por imbécil, por metanfetamina
de los pueblos.
Curioso: fue
la misma literatura, y los mismos intelectuales, lo que me trajeron de vuelta a
ese ritual colectivo que es el fútbol. Me refiero a Galeano, a Villoro, gente
así.
Hoy en día,
se puede decir que ya abandoné todo esnobismo intelectual que me distanciaba
del fútbol. Y me gozo un Mundial como cualquiera. Dicho esto, también puedo
decir lo siguiente: que sigo siendo muy crítico del fútbol, y que no hay un
sector de mi identidad, de mi sistema de creencias, de mi aparato psicofísico
que esté secuestrado por el fut, cosa que no pueden decir muchos connacionales,
a estas alturas del partido. Y sigo pensando que toda esa energía y recursos
invertidos en el balompié podrían ser orientados hacia la construcción y
refinamiento de las sociedades. Pero resulta que la sociedades no quieren ser
construidas ni refinadas: quieren fútbol.
Hace algunas
semanas, estaba viendo un partido de la última Eurocopa en una peluquería: les
juro que los que estaban allí conmigo daban miedo.
Estaban como poseídos. Del plexo
solar del guatemalteco promedio salen infinidad de filamentos energéticos que
se conectan con el televisor cuando está jugando el equipo favorecido. Con mis
habilidades yóguicas especiales, puedo percibir todo eso fácilmente. Y asusta.
En fin, creo
que ya es hora de ir a ver otro Clásico, si quiero que este artículo me salga
medio interesante.
III
Neófito ya
está saliendo de su casa, ya está subiéndose a su vehículo, ya está circulando
en La Reforma, en donde se cruza con un picop con varios fanáticos de
Comunicaciones, que se dirigen ellos también al Clásico 269, recién empezando
el Torneo Apertura 2012. Aquello es un vehículo entusiasmado: litros de cerveza
engullidos a boca de jarro, banderas ondeando, rostros pintados, voces cantando
no sé qué de pasión y sentimiento. Destacan los fanáticos en medio de este
tráfico tan, tan monótono.
Neófito se
dirige pues a la Pedrera, cruza el Centro, buscando la Martí, hasta llegar al
Estadio Cementos Progreso, sin posibilidad de circunvalar el tráfico.
–Hay
vuvuzelas, papa.
Neófito es
recibido por toda clase de lazarillos–vendedores, vendiendo artículos
vinculados al equipo –albo– de Comunicaciones. Algunos hinchas compran chelas y
se las rempujan con particular avidez en el parqueo.
Ni modo: no las
pueden entrar. A todos basculean. Ni dejan ingresar monedas, ni dejan ingresar
lapiceros. Neófito levanta en su cabeza escenas de enucleados o de pobres
infelices desangrándose en los graderíos con un bic clavado en la aorta.
De hecho,
pretenden secuestrarle a Neófito el lapicero que lleva consigo, con lo cual
Neófito saca (para eso sirve) su flamante carné de prensa del periódico Plaza
Pública, y protesta formalmente, argumentando que si no le permiten ingresar el
lapicero no podrá escribir una Importantísima Pieza Periodística Sobre Fútbol. Le
parece a Neófito que el tono dramático es justificado. Y en efecto, lo dejan
pasar.
Neófito paga
su entrada en la General, que es en donde se supone está la acción, y procede a
buscar asiento. Los jugadores están en plena calistenia. Los Rojos, además de
calentar, están siendo insultados jubilosamente, inclusive por ancianos y niños:
¡Sos una mierda! ¡Mula serote! ¡Vendido
hijo de la gran puta! ¡Basura! ¡Te va a caer verga! Alguno grita –no deja
de ser inquietante–: ¡Asesino! Hay
combinaciones homofóbico–racistas, tales como: ¡Negro hueco! Estas expresiones se van repitiendo a lo largo del
partido, non stop.
A lo lejos
hay un enorme muñeco inflado, que se parece a Casper, y se infiere que es la
mascota de Comunicaciones.
–Buenas
noches, familia crema –dice Dios, o en su defecto, un altoparlante.
Dios/Altoparlante
agrega en ese momento que por cada gol de Comunicaciones, Bantrab donará un
equipo de cómputo a una escuela.
Qué
chiquitos se miran los jugadores: menudos, se comparan poco en corpulencia al
Balotelli aquél que se quitó la camisa cuando le zampó el segundo gol que
hundió a Alemania, en la última Eurocopa.
No hay tanta
gente como Neófito esperaba. Los Clásicos ya no son lo que fueron en otra
época. El estadio le corresponde a la afición crema: apenas hay una esquina con
decenas de rojos, al fondo.
Dios/Altoparlante
da la alineación de los jugadores, al sonido de Alan Parsons.
Más adelante
adviene el Himno. Neófito no se molesta en pararse. Neófito no cree en los
himnos. Neófito no cree en las patrias. Neófito considera que al estadio de la
Pedrera le hace falta mejor tecnología, bocinas no charleantes, pantallas más chileras.
Y que los partidos deberían de tener más producción, más histrionismo, más
espectáculo, marketing experiencial, todo eso.
La barra
crema comienza su show: juegos pirotécnicos, la batucada futbol ante, paraguas
albinegros, mantas engasadas (ULTRA SUR, etc.). Aquí podría ser un buen momento
para citar a Canetti, o a Débord. Pero no tiene caso. Se elevan los cánticos
devotos y shamánicos, por virtud de los cuales los fanáticos y fanáticas
ingresan en estados de consciencia místicos, mientras brincan y brincan. ¡VAMOS
CREMAS! HOY TE HE VENIDO A VER… A VER… A VER… Un repertorio prolongado de rolas.
Muchas son puros fusiles –en forma o espíritu, solapada o abiertamente– de lo
que se hace en otros lados de la América Latina. Parece que si uno no salta,
uno es un rojo maricón. O sea que uno es Federico García Lorca.
La barra
tiene su propia porción del graderío, en donde solo admiten a miembros de la
misma, y a nadie más: desconfían de los infiltrados, que pueden hacer cualquier
cagada, y luego les echan a ellos el muerto. Parece una barra bastante
coordinada. Es como uno de esos cardúmenes de peces en el mar, que agarran
todos para el mismo lado, sin entidad reguladora a la vista.
El juego
empieza. Luego Pezzarossi mete gol. Luego Neófito se aburre. Podría hacer un
esfuerzo por tratar de adivinar quién está dominando el partido, pero los bostezos
se lo impiden. ¿En dónde está la pasión que vio en un clásico hace veinte años,
las pulsiones densas, los ardores, los Hooligans? De vez en cuando,
tediosamente, cae un jugador. Neófito piensa que el fútbol profesional en
Guatemala tiene siempre eso raquítico, aguado, informal, moroso. ¿Pero qué sabe
él, si solo es un Neófito?
Al día
siguiente, apenas harán referencia a este juego los periódicos.
IV
Me pongo a
ver en la página digital de un diario los resultados del juego Xelajú–Marquense.
Me dicen que el llamado “Clásico de Occidente” todavía contiene algo de esa
pasión que yo estaba buscando en La Pedrera el otro día, y que no encontré por
ningún lado. Es cierto que allí estaba la barra de Comunicaciones, pero una
barra siempre una especie de universo autosuficiente, con sus propias leyes
físicas, kármicas. Xela le ganó a San Marcos dos a uno.
Luego
procedo a revisar mi facebook. Verán, hace un par de días colgué un mensaje en
mi página, el siguiente:
Dioses,
diosas del facebook: me encuentro escribiendo un texto para el periódico digital Plaza Pública sobre fut, nada
menos. Quiero preguntarles a ustedes: ¿cómo describirían
la relación del guatemalteco con el fútbol? La idea es generar un thread robusto, una larga escultura de
comentarios, luego enlazarlo todo al artículo. PS: criterios charamileros y bestias serán decapitados sin
mayor piedad.
Y hasta el momento en que escribo esto ya se han
acumulado, a ritmo regular o sincopado, unos noventa comentarios. Allí uno
encuentra de todo. Desde cosas pésimamente escritas hasta frases muy lindas
(“Adentro de una monja blanca, está la monja hincada orándole a la pelotita de
fut” –Yasmín Hage, artista–, “El fútbol es dolor” –Noé Lima, poeta guanaco–,
“Para mí, el fútbol es un espectáculo de amor entre hombres” –Wendy García,
periodista–). Desde percepciones interesantes hasta puras familiaridades y
lugares comunes.
Creo que el peor enemigo en esta clase de
ejercicios críticos es el lugar común. Muchas veces vivimos en posiciones
congeladas, no nos atrevemos a repensar fenómenos como el fútbol, matizarlos, ni
generar tejidos fértiles de interpretación en torno a éstos, que honren su
complejidad.
Está claro que la pregunta era bastante vaga
(Anabella Acevedo puso: “Creo que no podemos hablar "del
guatemalteco" y de un sólo tipo de relación.”) Y sin embargo, la vaguedad
era parte deliberada del ejercicio.
Y está claro que muchos de mis amigos en
facebook son personas con determinada personalidad –tirando a crítica– así que los
comentarios tomaron un giro específico. Como me dijo Juan Carlos Llorca: “La
gente que puede comentar en tu muro, no son LOS guatemaltecos. Son UNOS
guatemaltecos, algunos, quizá. Y lo que ellos aporten de su relación con el
futbol será valioso sin duda, pero no será un reflejo de LA relación de los
chapines con el futbol.”
Y bueno, naturalmente.
El muro fue golpeado con posiciones muy
asqueadas, en donde se hablaba mucho de evasión, disfuncionalidad,
codependencia. Aunque sí hubo comentarios muy apreciativos del fútbol –que
reconocen un aspecto positivo, humano, y sanamente gregario– y hasta llanamente
apologéticos. No hay por qué descartar de tajo esas dimensiones luminosas del
fútbol.
Ya me escribía la otra vez Martín Rodríguez, de
Plaza Pública: “A mí me parece que el fútbol puede
ser un cohesionador social y un creador de identidad nacional incluyente”. Y
mencionaba el caso de Brasil, y de cómo el fútbol “fue determinante para la
consolidación de la identidad multirracial brasileira”.
Recomiendo leer el thread entero. Algunos comments
son muy apreciables/atinados/humorosos. Contribuyen personalidades del medio
artístico/periodístico/intelectual.
Y luego unos subieron enlaces a videos, textos,
libros.
V
Luego de
recibir muchos comentarios más bien críticos en mi pared de fb respecto a la
relación entre el guatemalteco y el fútbol, pensé que sería bueno hacerme de
una opinión más… simpatizante. Decidí entrevistar a un adepto hardcore, pero
tendría que ser alguien que pudiese articular, alguien con facilidad de palabra.
Y rápidamente se me vino a la mente la persona ideal: el escritor local Eddy
Alfaro.
Resulta que
me lo encontré la otra vez en Santillana, cuando ambos coincidimos allí
cobrando un cheque. Alfaro –quien usa el seudónimo literario: Godo de Medeiros–
llevaba una bandana en la cabeza y estaba listo para irse al partido de la
selección de Guatemala contra Estados Unidos, y en el cual, creo recordar, todo
terminó en empate. Hablando con él me di cuenta que era un frik del fútbol, un
engasado.
Así que lo
llamé, y concerté una entrevista por teléfono con él en Café León. En esa llamada
telefónica por cierto me terminó explicando que los Rojos tienen origen
ubiquista, y Comunicaciones aliento arevalista.
–Me lo vas a
tener que explicar despacio en la entrevista –le digo.
Acudo a
nuestra cita, a la hora dicha y el lugar pactado: el Café León, en la zona 1.
Este lugar me llega. Aquí sí que se puede escribir. En un Starbucks –o
cualquiera de sus clones– no.
Los
ventiladores girando indoloros. Hay fotos colgadas de una arcaica zona 1. Una
voluminosa chica, cuyas lonjas son ya rectangulares, está sentada comiendo un
pastel. El sonido de las tazas siendo lavadas. Un señor lee el diario.
Me siento en
una de las barra de madera, y pido un café, una empanada, y mientras espero a
mi entrevistado, me pongo a leer un libro clásico del fútbol: El fútbol a sol y sombra, de Galeano.
Alguien puso el enlace al libro en el thread de facebook. Contiene
escritos adicionales de Galeano sobre fútbol, que nos va describiendo cómo
éste, de mano de la tecnocracia, se va estandarizando, perdiendo su magia, en
suma muriendo. Pero esta obra benigna, aparte de delatar las bajezas del
fútbol, celebra su vida asimismo.
Está lleno
de datos interesantes y concretos, discierne, imbatible, la psicología del fut.
Es la obra, sí, de un intelectual de vastísima sapiencia, pero además de un
conocedor celular, implicado. Galeano, maestro, procede a desmantelar todos los
aspectos del balompié, por medio de viñetas magistrales. Revisita las figuras y
los ingredientes imprescindibles del deporte, y su contexto cultural, social e
histórico. Allí nos rinde la gloria y el desprecio, la pureza y el business, la
poesía y la injusticia del balón. Reseña los mundiales significativos. Una
lección de pasado, actualidad y eternidad del fútbol. Inteligencia literaria, análisis,
humor, puntería envidiable para el detalle rapaz. Y lealtad a las pulsiones del
pueblo.
En el libro,
Guatemala solo sale mencionado hasta donde pude ver dos veces, y por razones completamente
ajenas al deporte en cuestión: se menciona la caída del gobierno de Árbenz, y
luego la masacre de Panzós.
Guatemala no
ha clasificado en ningún mundial desde 1930 hasta la fecha. El fútbol nos ha
quitado la autoestima que el fútbol promete dar.
El tiempo
pasa, mi entrevistado no viene. Si hay algo que me revienta los huevos, es que
me dejen plantado para una entrevista.
Por
distraerme, subo los ojos a la pantalla de la televisión que está colgada en
uno de los muros: se está hablando de la matanza de Denver, Colorado, en donde
James Holmes abrió fuego, en plan Columbine, contra aquellos que estaban
tranquilamente disfrutando del estreno de la película de Batman.
Tragedias
que te sacuden. Recuerdo otra –la recordamos todos, espero– vinculada al fútbol,
que ocurrió en el Mateo Flores, el 16 de octubre 1996. Ochenta personas
murieron pisoteadas, antes de un juego de la Selección contra Costa Rica;
concurrieron muchas circunstancias: una de ellas definitivamente fue la
obnubilación y fanatismo que ya no conoce prudencia ni desapego ni razón. El
gentío se transformó en un aparato de asfixia y muerte. Yo estaba en un bar,
bebiendo whiskey, fumando, fumando, y viendo una tele colgada similarmente a
ésta del Café León, y entendía pero no entendía lo que estaba ocurriendo: en la
noche, la avalancha, los cuerpos jateados, el desconsuelo cósmico.
Está claro
que mi entrevistado me ha dejado plantado. Los escritores no son criaturas
confiables. O tal vez lo mató alguien del equipo contrario, cuando venía en
camino a la entrevista.
VI
Decidí
enviar un set de preguntas a cuatro seguidores de fútbol, para que ellos me
vayan dando la visión partidaria del partido. Los escogí porque son
entusiastas, pero también porque pueden expresar y comunicar su entusiasmo
(tres de ellos son de hecho comunicadores, y el otro poeta). Y son: Teo
Rodríguez, Sergio Ramírez, Patty Rosenberg, Marvin S. García. Cuyas respuestas
fueron en varios casos largas, ocurrentes y minuciosas, y yo les agradezco aquí
la seriedad y que se hayan tomado el tiempo para atender mis interrogantes. Por
razones de espacio, sólo podré citar momentos y retazos de lo que dijeron.
Teo Rodríguez.– Veintidós años, guatemalteco, vive en el país, trabaja como locutor de
radio en La Red Deportiva 106.1, cursa cuarto año de Ciencias de la
Comunicación en la URL. Sus mejores memorias futbolísticas tienen que ver
siempre con la familia. Por ejemplo: ver partidos del Real Madrid o de España
con su abuelo, gritándole a la televisión. Le dedica buena parte de su tiempo
al fútbol, y no solo a ver partidos, sino a buscar noticias, filtraciones,
análisis, etcétera. Ya no es suficiente
con ver un partido cada domingo, ahora es necesario saber hasta cómo van los
entrenamientos de un jugador suplente, dice. Y es que su trabajo gira
alrededor del fútbol: como locutor en La Red Deportiva, tiene un programa
diario sobre Real Madrid y Barcelona, y adicionalmente es comentarista de
partidos. Calcula que ve unos ciento cincuenta partidos al año; si
multiplicamos la cifra por diez años de ver fútbol, en plan devocional,
conseguimos fácil unos mil quinientos, pero la cifra más bien es de dos mil. Ha
invertido platales en fútbol. Aún
sabiendo que pagar Q800 por una camiseta del Real Madrid es una estafa, lo sigo
haciendo religiosamente cada temporada, generalmente comprando más de una, explica.
Explica también que el fútbol es la guerra cómoda que podemos ver en la tele. Y
que la gente no va al fútbol para apreciar la conducción de balón de un
jugador. No es ballet, no es un deporte
de apreciación: la gente va al fútbol para emocionarse. Teo Rodríguez ya ha
sido amenazado vía Twitter por hablar mal del club de alguien más. Considera
que es inimaginable ver en Guatemala a un jugador que juegue con la claridad
mental y superioridad física de un Cristiano Ronaldo o Didier Drogba, por
ejemplo. Se infiere que es del Real Madrid. Los
Mundiales, en mi opinión, son una fiesta maravillosa, pero no los puedo
comparar con el fútbol de clubes. Si hay alguien a quien se le puede hacer
preguntas sobre el fenómeno de la Liga Española en Guatemala, es a Teo
Rodríguez. Nos ha dicho: El nivel al que
ha llegado esto es impresionante. En mi trabajo tengo contacto con aficionados
de todas partes del país, y es a veces hasta preocupante el nivel de interés
que tienen. Gente que aprende de la historia de España con tal de saber qué
pasó con Franco y el Real Madrid. Gente que escribe en catalán en twitter.
Gente que sabe más de la historia de su club que de su propio país.
Sergio Ramírez.– Treinta y cuatro años, guatemalteco, vive
en el país, nació en Xela, aunque ha vivido casi la totalidad de su vida en la capital, comunicador social, trabaja
como freelance en el área audiovisual. Cineasta. Su película Distancia recibió apoyo serio, buen
feedback, roló bien en festivales significativos. Tiene un corto memorable de
fútbol, llamado Hoy sí (¿hace falta
explicar el título?) que nace de sus recuerdos de infancia. Ramírez nos dice que
el guatemalteco –gane o pierda la Selección– siempre termina bien borracho.
Nunca ha sido de ir al estadio, siempre ha seguido el fut por la tele. Hace algunos años en un
fin de semana podía ver la liga guatemalteca, española, mexicana, argentina,
alemana, inglesa e italiana (ésta es genial para quedarte dormido, por cierto).
Realmente la tele pasaba prendida todo el día aunque yo sólo escuchara los
partidos. Actualmente ya no es tan así, aunque sí al menos le dedico dos horas
del día a ver programas deportivos en ESPN dedicados al fútbol. Le preguntamos: ¿cuántas chamuscas has perdido en vida? Y nos dice que ya
perdió la cuenta. Muchos de sus amigos por sentirse intelectuales desprecian el
fútbol. Explica, expone, comenta que el albañil aprovecha cualquier momento
libre para jugar al fut, así que si tiene treinta minutos para almorzar, no
dudará en comer su cubilete y tomar su Big Cola en tres minutos, para jugar los
restantes veintisiete. Es puro amor al
juego. Sergio Ramírez aclara que disfruta del fútbol, ya sea jugándolo o
viéndolo, que quiere que su equipo gane, pero que si no lo hace, pues no pasa
nada, su vida sigue igual. Tengo claro
que ni Messi ni Ronaldo pagarán mi renta a fin de mes. Nos dice que con una
sociedad como la que tenemos no podemos esperar tener un equipo campeón del
mundo y que encima juegue bien y sea un ejemplo de fair play. Sin
embargo, ahí está la selección de Futsal que ha sido ya campeona de la región y
pronto asistirá a su tercer mundial. Y
esto no es casual, si regresamos al tema de las chamuscas, hay que tomar en
cuenta que los guatemaltecos tenemos en la mente una cancha del tamaño de una
calle o de un patio de un colegio que son los espacios donde realmente hemos
jugado desde niños. La cancha de Futsal es pequeña, sólo juegan cinco por
equipo y la portería también es pequeña. No hace falta correr grandes
distancias pero sí ser rápido, y vaya que lo somos, cada juego en la calle
significa ser tanto o más veloz que el carro que viene enfrente y que no tiene
intenciones de frenar.
Patricia Rosenberg.–La Patty, pues. Treinta y ocho
años. Guatemalteca, vive en el país. Es licenciada en Ciencias de la
Comunicación, y la responsable de insuflarle nuevamente vida al Lux, cosa que
se le agradece. Le gustan mucho los deportes en general, pero lo que más sigue
es el fútbol. Generalmente ve casi todos los
partidos de la Champions y competencias como la Eurocopa y el Mundial.
Sigue la liga española con el Real Madrid, pero solo aquellos partidos
con equipos donde sabe que se va a ver buen fútbol. En cambio no le gusta el fut
nacional, porque siente que es muy lento. Hace muchos años comenzó a ver futbol
por medio de un amigo que seguía al Real Madrid, y le comenzó a explicar quién
era quién de los jugadores, y le encantó ver la habilidad de Zidane –los
movimientos precisos y elegantes– y bueno, le encantó. Y quedó fan del
Real Madrid. Te diré que yo veo futbol
hace muchos años y no habían tantos seguidores de la liga española. Y lo más
chistoso es que la mayoría ni saben porque siguen al equipo que siguen o ni
saben los nombres de los jugadores.... Se convirtió en moda y pues ahí va toda
la mara a ser fan del Barça o Madrid.
La otra vez estaba dando una vuelta por Santiago, Atitlán, y le
pareció realmente bizarro que ahora vendan bolsas típicas y otras artesanías
con los logos del Real o Barça. Le preguntamos a la Patty si el fútbol es una
vivencia distinta para un hombre que para una mujer, y ella contesta que ella
no ve diferencia entre los verdaderos seguidores del deporte. En cuanto a los
que están allí por la moda, los chicos ven a su jugador preferido, y las chicas
a los guapos del equipo, expresa.
Marvin García.– Marvín García tiene 29 años, guatemalteco,
reside en Quetzaltenango. Gestor cultural, dirige la asociación Metáfora, que
promueve actividades vinculadas al arte y la literatura, y asimismo el Festival
Internacional de Poesía, ya por estos días en su octava edición. Jamás programa
una lectura de poemas o algún evento si juega su equipo, del cual va a ver
todos los partidos, y de vez en cuando algún entreno. Los días en que juega Xelajú son sagrados, dice. Le preguntamos si ha sentido alguna clase de éxtasis místico u
orgánico presenciando un juego. Y responde que varias veces. En la última final
del Torneo Nacional, cuando llegaron los penales, comparte que todos se tomaron
de las manos. Dice que los guatemaltecos hemos copiado los modelos de los
hinchas de otros países –lo que nos
diferencia es que acá podés conseguir una camisola pirata, y que las entradas
son en quetzales. Habla de Mario Camposeco con exaltación, corazonalmente: El caballero de la cancha murió como mueren
los héroes: en el 47, luego de haberle anotado tres goles a Comunicaciones, un
aficionado lo invitó a dar un recorrido en avioneta sobre Xela, la avioneta
tuvo desperfectos y cayó, ahí murió el hombre y nació la leyenda. Y aún
añade: Mi equipo es el único que merece
ser llamado equipo en Guatemala: el aguerrido Xelajú MC. ¿Cómo se da ese
proceso de identificación con un equipo? Creo
que vos te identificás con un equipo por herencia; en mi caso, es el único
recuerdo lindo que tengo con mi padre, de cuando era niño, es cuando él me
llevaba al estadio a ver a Xelajú; desde entonces lo sigo. Y añade: Tenés que venir a Xela a ver a Xelajú, somos
la mejor hinchada de toda Guatemala; creéme, el Xelajú es distinto.
VII
Francisco Aguilar es una figura respetable. Yo le respeto.
Hay constancia, hay talento, hay criterio, hay voltaje, hay amor en la forma en
que practica el periodismo, comentario, análisis de deportes. Fue esa pasión la
que le llevó a dejar a un lado su profesión original –es médico– para dedicarse
al universo altamente combustible de la
comunicación deportiva. Yo no soy otra cosa que un Neófito, pero me parece, me
da la impresión, que el Chino –así le llamábamos en El Periódico, en donde
trabajamos juntos en una época– pasará a la historia como uno de los
imprescindibles en su campo, por su entrega pero también por su claridad
segura, asertiva, por su visión objetiva y exigencia moral, por su
profesionalismo, y por su experiencia. Aguilar conoce a fondo los entresijos
del periodismo –en su distintos registros: radial, impreso, televisivo, y ya
internético–, los secretos de la gestión
editorial efectiva, y ha estado vinculado a la dirección de proyectos
comunicacionales de envergadura. Por demás, fue Viceministro del Ministerio de
Cultura y Deportes. Y es un entrepreneur con todas las de la ley, siempre
emanando propuestas laborales interesantes. Incluso empuja un equipo de fútbol
en Tercera División, el Tip Nac. Hoy le vemos en DXTV –Guatevisión– junto a su hermano,
o sea el otro Chino. Decidí entrevistarlo, porque se nota que aprecia el fut (no
lo ve como el juego de once imbéciles contra once imbéciles) pero también
guarda un sentido crítico: la suya es la opinión de alguien equilibrado. Por
demás, siempre me ha parecido la figura local más culta que hay en el universo
deportivo. En las reuniones de equipo de redacción de los lunes de El
Periódico, solo él citaba a Ortega y Gasset. Y recuerdo sus columnas, lo único
que en mi miserable vida he leído en una sección deportiva.
Francisco me recibió generosamente en su casa. Hubo en sus
palabras confianza y desenfado, pero siempre discernimiento. Hubo emoción –se
engasa con el tópico– pero también disección. Y de fut sabe un resto, y sabe que
en este deporte se mueve mucho poder. Me dijo: Un
futbolista sabe más que cualquier personaje político de la vida pública
nacional, con la posible excepción del presidente. Y los dirigentes deportivos
saben más que los ministros de Estado.
Por último:
muchas de las preguntas cobraron un cariz eminentemente didáctico. Esta
entrevista podría llamarse: Fútbol
guatemalteco para dummies.
Neófito: ¿El fútbol es tu deporte de preferencia?
Aguilar: En cuanto a preferencia, me resulta igual que
otros deportes. Sí fue el primero que practiqué de manera competitiva, cuando
era chiquito.
Neófito: ¿Jugás actualmente?
Aguilar: Ya no organizadamente. Juego cuando hay
chamusca.
Neófito: Vos tenés un vínculo profesional con los
deportes. ¿Dirías que ese vínculo profesional ha alterado tu percepción misma
del fútbol?
Aguilar: Ahorita hay una coyuntura especial, y es la
venta –todavía no probada– de partidos por parte de tres jugadores.
Neófito: Se trata de una coyuntura a nivel local.
Aguilar: Local y mundial. En el mundo, se mueven
veinte mil millones de dólares anuales en apuestas deportivas de fútbol nada
más. Lo cual ya involucró al fútbol nacional, pues hay una acusación seria
sobre tres jugadores seleccionados, jugadores importantes: el Pando Ramírez,
Gustavo Cabrera, y Yony Flores. La mara
dice: pero si nunca ganamos, ¿a qué vamos a apostar? Lo que pasa es que se
apuesta a marcadores, a cantidad de tiros de esquina, de saques de meta, a
cualquier cosa que te podás imaginar. Las grandes mafias de esta onda están en
el sureste asiático –Singapur, Tailandia... Entonces empiezan a corromper, y ya
nos tocó a nosotros.
Neófito: ¿Y vós creés que es verdad?
Aguilar: Yo antes era reacio a pensar de que alguien
iba a vender partidos de la Selección, pero era evidentemente muy ingenuo. Yo
sí creo que es verdad. Por supuesto rompe ese espíritu esencial del juego que
consiste en ganar porque sos el mejor. Para mí –que este año cumplo 25 años de
periodismo deportivo– es un mazazo, pues durante todo este tiempo siempre creí
en la esencia del juego. Siempre he sabido de temas en el ámbito internacional:
que un árbitro se corrompió… casos en el deporte súper profesional
estadounidense, como en la NBA… atletas que se vendieron en grandes ligas… Tal
vez uno no concebía que todo eso pudiera llegar acá porque las cantidades de
dinero manejadas son menores, pero ahora vemos que sí. Evidentemente no siempre
gana el que es mejor, sino en ocasiones gana el que las grandes mafias designan
para ganar.
Neófito: Pero eso no es algo que se pueda
generalizar.
Aguilar: No, no, no… Yo estoy seguro de que siguen
habiendo grandes jugadores... Y uno espera que atletas como Leonel Messi o
Cristiano Ronaldo, esos íconos, no vayan
a ser tocados, o Usain Bolt, de Jamaica. Pero hay bajo esa misma perspectiva
gente grande como Lance Armstrong que siempre está en una atmósfera de
sospecha, y ahorita hay un caso grueso en donde la agencia de dopaje
estadounidense lo está acusando, y aparentemente tienen el caso montado y por
explotar. Para mí es importante porque el fenómeno social deportivo toca todas
las capas sociales, y puede alterarlas. Cuando en los partidos de fútbol se
hacen cosas indebidas, es peligroso, porque todo ese esqueleto de multitud que
está alrededor de los estadios, lo toma como correcto, y hace trampa en sus
trabajos y en el juego de la vida. Pero a pesar de todo, siempre va a haber
atletas que van a destacar por sus grandes capacidades. Lo mismo aquí en el
fútbol de Guatemala. Una de las cosas que más se difunde es que la mayoría de
jugadores llega por cuello: yo estoy seguro que la mayoría no llega por cuello:
la mayoría llega por habilidades especiales. Y sobre todo los que son muy
pobres, que son los más: el ochenta por ciento de la mara que llega a Liga
Mayor vienen de estratos bajos.
Neófito: ¿Cómo funciona ese proceso de tamizaje?
Aguilar: Idealmente deberían de haber equipos de todos
los lugares de Guatemala en Tercera División, y los mejores deberían de llegar,
por evolución darwiniana, a la Liga Mayor. Sin embargo, por cuestiones de
capacidades económicas, no todas las comunidades tienen equipos de fútbol. Así
por ejemplo, el único equipo federado que tiene Santa Rosa es Nueva Santa Rosa,
en Tercera. Puede que haya alguien del área con talento, pero si está muy lejos
del Nueva Santa Rosa, y no tiene los medios para llegar siquiera a los
entrenamientos, entonces jamás será tomado en cuenta. Supuestamente, el trabajo
de las veintidós asociaciones departamentales es promover el deporte –no
solamente el fútbol– en tu comunidad. Para mí lo ideal sería que todos los
municipios tuvieran un equipo federado. Digamos que Guatemala debería tener
unos cincuenta equipos federados, para poder tener toda esa masa de tres
millones del sector metropolitano en el juego. En Guatemala, hay setenta y un
equipos en Tercera División, de los cuales en el Departamento de Guatemala
habrá unos ocho. En Segunda División, hay cuarenta equipos, de los cuales habrá
del Departamento de Guatemala unos cinco –trece en conjunto–. De allí en
Primera División hay dos del Departamento de Guatemala –ya van quince–. Y con
los de la Liga Mayor tenemos dieciocho en total.
Neófito: ¿La División responde a calidad de fútbol?
Aguilar: Calidad de equipos. Pongamos por caso Aurora.
Durante cincuenta años Aurora tuvo el presupuesto del Ministerio de la Defensa,
y fue un equipo que estuvo en Liga Mayor. Se firman los acuerdos de paz, y
empieza a disminuir el presupuesto del equipo, y empiezan ellos a bajar, y
ahora están en la Primera División.
Neófito: ¿Quiénes están en la cumbre ahora?
Aguilar: Equipos como Municipal, Comunicaciones, Xela,
Marquense, Suchi… Pero lo interesante es ver cómo en el sesenta había un fútbol
muy centralizado, y de doce equipos de la Liga Mayor, seis o siete pertenecían
a la capital; y ahora de doce de la Liga Mayor, tres son de la capital –cuatro,
porque también está Petapa, todavía metropolitano– y ocho departamentales. Por
cierto que de esos ocho hay tres por lo menos con un ligamen importante con el
narcotráfico.
Neófito: ¿Cómo se da el vínculo?
Aguilar: Los capos del lugar se preguntan qué podemos
hacer aquí, y hacen un equipo de fut. También en Colombia fue así. Los grandes
equipos de Colombia fueron copados por el narcotráfico. Empezaron a meter allí
pisto. Hay equipos del narco en Segunda, en Primera División. Los Lorenzana
tuvieron un equipo de Primera División que jugaba en el patio de su casa. ¡Allí
mismo donde llegaron los choppers de la DEA! Son esas cosas que suceden en el
fut que reflejan la vida social del país.
Neófito: ¿Qué cosa te resulta más delicada del negocio
del fútbol?
Aguilar: Entre más movimiento de manos poco claras y
transparentes en el deporte haya menos va a flotar la esencia. La esencia es
que ganen los mejores, que los mejores surjan y lleguen a los máximos niveles,
que no se den componendas deportivas, que el dinero no se pueda lavar... Yo
creo que lo que hace falta, en el fútbol y en la vida nacional, es
transparencia.
Neófito: Fui a ver el Clásico. Yo no había ido en
veinte años a un Clásico. Y me pareció una experiencia bastante raquítica.
Pensé que iba a ver una audiencia más nutrida.
Aguilar: A partir de hace diez años, hubo un
distanciamiento de las porras en Clásicos. Por ejemplo, Comunicaciones solo
deja entrar un sector de aficionados de Municipal. El fútbol se volvió un lugar
de mucha violencia, vos. Ya no es un ambiente familiar, el ambiente que sí vimos
en el fut sala en esta última competencia que hubo, con tres llenos
consecutivos de casi seis mil espectadores. O sea más que el Clásico que fuiste
a ver. Es un fenómeno interesante que nos muestra que en un evento deportivo,
el espectáculo familiar gana sobre la violencia generada en las tribunas. Con
un mi cuate tenemos un equipo en Tercera que se llama Tip Nac. Lo administramos
desde hace tres años. Tenemos unas Ligas Menores, y subimos a los mejores a
competir a Tercera División. Y en los últimos dos torneos hemos llegado a fases
finales, y nuestro sueño es subir a Segunda y de allí a Primera, y a la Mayor.
Pero incluso allí en Tercera, en donde debería ser inocuo el resultado, ves una
carga de violencia: insultos.
Neófito: Yo escuché cómo le gritaban a un jugador:
negro hueco mula.
Aguilar: Y lo que pasa es que lo nuestro es muy copia
de otros lados. Pero copia de lo malo. De México, Argentina. En México la
homofobia es impresionante. Digamos, cuando hacen un saque de puerta, le dicen
al que va a hacer el saque del otro equipo: ¡puto! Igual hacen los de Xela,
solo que le dicen: ¡hueco! La homofobia, el racismo, todas las degeneraciones
sociales están en las gradas del estadio. A mí me gusta el espectáculo
deportivo siempre; y trato de ir con una de mis hijas a la cual le gusta todo
esto. Fuimos con ella a una eliminatoria del Mundial Sub 17 Femenino, en donde
se jugó contra Canadá. Nos fuimos a meter a la General, pensando que iba a
estar tranquilo: como son mujeres del Sub 17, pensé, no va a haber nada. ¡Puta!
Desde el principio insultaron a las jugadoras: a las de ellas y a las nuestras.
Neófito: Pareciera ser a veces que el fútbol es un
pretexto para sacar muchas pulsiones de agresión.
Aguilar: Hay un autor que deberías de leer, el mismo
de El mono desnudo…
Neófito: Desmond Morris...
Aguilar: Él se metió alguna vez –te estoy hablando de
hace cuarenta años– con los hooligans ingleses. Y entonces tiene un buen libro
sobre hooliganismo británico. Ésa es la degeneración que nosotros estamos
viviendo cuarenta años después.
Neófito: Pero te diré que ya entonces en aquel Clásico
de hace veinte años se estaban reventando la madre a gusto. Vi mucha sangre. El
de esta vez me pareció incluso aburrido.
Aguilar: Lo que pasa es que ya no hay afición rival.
Aislaron a las aficiones, porque eso degeneró en mucho más. Tenía que llegar el
antimotines, casi el de toda la ciudad, para poder controlar esa babosada.
Entonces se hace igual que en Europa, que solo invitás al cinco por ciento de
la afición rival. Si tu aforo del estadio son diez y seis mil espectadores,
solo invitás ochocientos de la afición rival. Así por ejemplo en el caso del
Clásico al que fuiste, se le dio un sector, el de Preferencia, a aficionados
rojos.
Neófito: ¿Y quién decide cuándo el estadio es rojo y
cuándo es crema?
Aguilar: Eso es por calendario. Uno es local en una
vuelta, y el otro es local en la otra. Pero los rojos son más abiertos. Los
rojos hacen palco y tribuna compartidos. Y le dan toda una general a los
cremas. Porque los rojos son de la idea –también Comunicaciones trata de
hacerlo ahora– de volver a hacerlo familiar…
Neófito: ¿Y quién decide esas cosas?
Aguilar: Los dirigentes de los equipos y de la Liga.
Neófito: ¿Me podrías dar una breve historia del
fútbol en Guate?
Aguilar: El deporte en Guatemala surge a mediados del
siglo XIX, con el flujo europeo, y la gente que se iba a estudiar a Europa.
Luego empieza la escuela politécnica, y trae al primer entrenador de deportes,
en la formación militar. Entonces empieza el deporte a organizarse. A finales
del siglo XIX ya se hacían carreras de cicle. Cuando llega el fútbol ya estaban
establecidas ciertas actividades deportivas, incluso ciertos clubes deportivos.
En Guate empieza el fútbol en 1902. Había dos chavos que eran hermanos –Aguirre
Mateu– que se habían ido a estudiar a Inglaterra, y otro chavo que se había ido
a estudiar a San Francisco, que se llamaba Delfino Sánchez Latour. Pues todos
ellos vuelven a Guatemala luego de haber ido a esos países, en donde jugaron
fut, que les pareció un deporte nítido, y organizan dos equipos, el azul y el
blanco, y juegan un 14 de septiembre de 1902 allá en el Hipódromo del Norte.
Importan las pelotas de Inglaterra, se hacen uniformes, y realizan su primer
chamuscón. No es sino hasta 1919, y un poco a rajatabla, que se organiza el
primer campeonato nacional. Eso describe mucho la organización social en
Guatemala. Diecisiete años se toman en organizarse, siendo un deporte popular.
En 1921 se hacen los primeros juegos centroamericanos, por el centenario de la
Independencia de CA, en el Campo Marte, y surge la primera Selección Nacional.
El primer gran equipo es Costa Rica. Costa Rica en eso del fútbol se organiza
más rápido que Guatemala, y tiene su primer gran juego en el siglo XIX, y
fijáte que la formación de los equipos costarricenses es eminentemente de la
sociedad civil, a diferencia de Guatemala. En Guatemala, los equipos son de
extracto gubernamental. Comunicaciones del Ministerio de Comunicaciones.
Municipal de la Municipalidad guatemalteca. Universidad de San Carlos, de la
institución educativa. Tipografía Nacional. Todos los equipos de los
departamentos salen de las Municipalidades. Entonces describe mucho sobre la
formación y el capital social humano guatemalteco. En Costa Rica los clubes que
hay son Alajuelense, Deportivo Saprissa, Cartaginés, que son de núcleos
sociales individuales. Aquí son gubernamentales. Y los equipos que salen de las
empresas privadas de Guatemala duran cuatro, cinco años en Liga Mayor, luego
desaparecen: Pepsi Cola, Gallo, Cementos Novela, Eureka, Folgar…
Neófito: ¿Y por qué desaparecen?
Aguilar: Yo siento que la iniciativa privada tiende
puentes hacia la sociedad, pero en mi teoría desconfía de ella. Así que tiende
esos puentes, pero luego siente que le están robando, y se sale. Pero ahora
está dándose la reconversión: hay mucha gente que empieza a rodear los equipos
de extracto gubernamental, al ver que hay un “negocio deportivo”. Municipal es
de manos privadas, es de la familia Villa, de Los Cebollines. Comunicaciones es
de Ángel González.
Neófito: ¿Y es el fútbol rentable?
Aguilar: Yo no siento que sea rentable, pero te da
una exposición política y mediática mucho mayor que cualquier otra cosa. Es el
fenómeno Silvio Berlusconi en Italia. A Berlusconi ni Mediaset ni sus grandes
conglomerados de bienes raíces le daban la exposición que le daba el AC Milan,
que lo hace una figura popular.
Neófito: Y en el caso de Ángel González, ¿es verídica
esa exposición?
Aguilar: Lo que pasa es que Ángel González no la
necesita. Estamos hablando de alguien que adquiere un canal en Argentina por
sesenta millones de dólares: una operación como Comunicaciones de unos treinta
millones de quetzales es una nada para él. Lo que sí es que optimiza sus
canales.
Neófito: Volvamos a la historia del fútbol nacional.
Alguien me explicaba la otra vez que los rojos son de origen ubiquista y los
cremas tienen un cariz arevalista.
Aguilar: Mirá: Municipal aparece en la década de los
treintas, en el tiempo de Ubico. Para ser más exactos, en el año 36. Pero se
confirma a finales de los cuarenta. Comunicaciones en cambio empieza a ser
fuerte a partir de mediados de los cincuenta. O sea que es más liberacionista
en su esencia general. Municipal se confirma a finales de los cuarenta, en
tiempos de Arévalo. Y en cuanto a Comunicaciones, los García Granados
pertenecen más a la derecha recalcitrante que cualquiera que pudo pasar por
Municipal. Incluso, entre los dirigentes de Municipal, estuvo Edgar Balsells
Tojo, de un sector más social. Al final, las grandes aficiones de ambos equipos
son de extracto popular, absolutamente.
Neófito: ¿No te parece que dada la baja tasa de
resultado que da el fútbol local, no deberíamos de invertir nuestro tiempo,
dinero, energía y esperanza en otras disciplinas?
Aguilar: Es que así es. Digamos en otras disciplinas
hay mucho más dinero per capita. Por
ejemplo tiro. Hay como cuarenta tiradores en el país. Y les otorgan casi tres
millones de quetzales anuales. Al fútbol solo se le da como un millón y medio
más de quetzales, y mirá cuántas personas hacen fut.
Neófito: De todas maneras, al fútbol se le da mucho
más atención.
Aguilar: La atención se la dan los medios. Lo que
pasa es que si hacés una portada de otros deportes que no son fútbol, te digo
con números que solos vendés el 20/30 por ciento del tiraje.
Neófito: Pero en este caso, no son solamente los
medios: hay una demanda real por parte de la audiencia.
Aguilar: Exactamente. Los grandes ratings de
audiencia son fútbol. Y no sos vos el que se está imponiendo como medio, sino
la gente te lo está pidiendo.
Neófito: Si tenemos una selección que no ha
clasificado jamás a uno solo Mundial, ¿por qué la obstinación a seguirla?
Aguilar: El fútbol es el deporte más popular en el
mundo. ¿Por qué? Porque solo necesitás una pelota. Ni porterías tenés que
tener. Para jugar beis, necesitás bates, necesitás guantes, y pelotas, por lo
menos. En básquet, necesitás el tablero, el aro, y la pelota. Vos no ves una
gran base de niños que juega beisbol, no ves una gran base de niños que juega
básquet: ves una gran base de niños que sigue fútbol, a pesar de que no seamos
muy buenos para ello. Y ahora como es tan fácil ver gente de fuera vía cable,
esa misma persona que ha crecido viendo fútbol, ante eso que es una serie de
resultados malísimos, asume las identidades de los equipos extranjeros. En los
dieciséis años de historia de la Red, que es una emisora que se dedica a
deporte nada más, la máxima venta es esta Eurocopa que acaba de pasar. Se
identifican con esos equipos, y ya no con los nuestros, puesto que los nuestros
son perdedores. Lo que se da alrededor de la Eurocopa y ahora de los clásico
Real Madrid/Barcelona, es una cosa asqueante. Te invito a ir a cualquier mall
del país cuando hay un clásico de éstos, y vas a ver la cantidad e camisas que
hay. Ya la situación es: somos ellos. Y hay mucha gente de Guatemala que se va
a ver los partidos de allá, y se va a las Eurocopas, y a las Copas Mundiales.
Yo he ido a los últimos tres mundiales; y te puedo decir que, de todas las
audiencias de los países que no asistieron a los mundiales, la mayor era la de
Guatemala. El fútbol es el fenómeno deportivo, social y cultural, de
entretenimiento, mayor en el país. No hay otro. El soft tiene más equipos
federados que fútbol. Son ciento cuarenta equipos federados en la capital,
contra ciento veinte equipos federados en todo el país. Pero a pesar de eso,
los que llegaron a la final de soft fueron unas ciento cincuenta personas.
Neófito: ¿Por qué la infatuación por España? ¿Por qué
no es Francia, Alemania o qué sé yo? ¿No hay una especie de malinchismo en todo
esto?
Aguilar: Hay un malinchismo absoluto. Pero sobre todo
lo que pasa es que España en este momento es el primer equipo. Es una oleada de
los mejores. En el fútbol, y en general en los deportes, se da mucho eso.
Neófito: ¿Eso quiere decir que si Alemania empezara a
ganar ahora, todos se volverían alemanes de golpe?
Aguilar: Muchos de los que crecimos en la década de
los setenta y ochenta somos de Holanda y Alemania, simplemente porque en aquel
momento ellos eran los ganadores. Lo que hacemos es asumir la identidad del
súperheroe.
Neófito: Es un mecanismo muy básico.
Aguilar: Es que en el deporte todos los mecanismos son
muy primitivos. Yo lo veo como algo natural. Por cierto, tenés que leer Dios es
redondo, de Juan Villoro. En el primer texto describe por qué el era de un
equipo que no era ganador en México. Para ser de un equipo perdedor tenés que
tener un proceso de reflexión sobre por qué le vas a ese equipo. En cambio para
ser de un equipo ganador es muy fácil: te identificás con el que levanta la
copa, no hay nada qué analizar.
Neófito: Lo que yo siento es que el fútbol captura
esta cantidad de energía consciente y material que podría ser orientada a
refinar las sociedades.
Aguilar: ¡Sí! ¡Claro! ¡Por supuesto! Lo que pasa es
que siempre hay un lumpen que conquista el fútbol. Por eso Atila era el rey de
los hunos y castigaba a todos. Es fácil arrasar las civilizaciones. Son
liderazgos primitivos: es hacer fiesta con el otro.
Neófito: Y lo malo es que estamos hablando de
identidades muy frágiles. Yo veía la barra en el Clásico Cremas–Rojos, y me dio
la impresión que muchos de los sonidos que estaban generando eran copiados de
otros países.
Aguilar: ¡Así es! Analicemos quiénes de los que
festejan en Guatemala son realmente originales en su festejo. El
ochenta/noventa por ciento es copia de fuera. El ochenta/noventa de los cantos
de las porras de Guatemala son porras de Argentina. No podemos crear algo
nuestro.
Neófito: Me da la impresión de que el fútbol en
Guatemala se usa para llenar un hueco de identidad.
Aguilar: Y como nosotros no somos ganadores en el
deporte, asumimos las identidades ganadoras de otros.
Neófito: ¿No sería genial hacer una identidad de
perdedores?
Aguilar: ¿Pero a quién le gusta? Yo soy del Tip Nac.
Un equipo que había desaparecido en el 2004 porque ya no le daban dinero, cosa
que me parece bien, porque las instituciones gubernamentales no tienen por qué
dar dinero para hacer equipos de fútbol. En 2009 con este mi cuate hicimos un
equipo y le pusimos Tip Nac. Nos juntamos una cantidad de gente y empezamos a
crear ese equipo de nuestro dinero. Pero lo que pasa es que ya van tres años y
no subimos de Tercera Categoría. Ya ni los papás de los jugadores llegan a los
partidos. Es difícil crear identidad perdedora. ¿Cómo podemos ser de un equipo
que pierde?
Neófito: El problema es que todo el deporte está
basado en esta estructura competitiva.
Aguilar: Y de triunfo.
Neófito: Pero sería interesante generar otra
estructura basada en el mero amor al juego.
Aguilar: Exactamente. Allí es cuando ponés la frase de
Coubertin (que por cierto no es de él):
“Lo importante no es ganar sino participar”. Pero la mara se queda solo
en el principio de la frase y dice: eso es de mediocres. Vince Lombardi decía:
“Ganar no lo es todo, es lo único”. El problema es que esa mentalidad de que
ganar es todo da pie a muchos mecanismos de corrupción. Por ejemplo, que los
directivos manden a pasar a los alcanzabolas lento, porque va ganando su
equipo.
Neófito: Ahora bien, ¿no es legítimo eso, si estás
trabajando dentro de las reglas del juego?
Aguilar: Esas clase de ventajas son las que te hacen
corrupto.
VIII
Los
guatemaltecos encuentran en el fút: entretenimiento, identidad, dinero, afecto,
evasión, pertenencia, gracia, voz, muerte, individualidad, conocimiento,
negocio, odio, placer, frustración, poder, sentido, simplicidad, entre otras
cosas.
Es una
experiencia cultural tremendamente expansiva: una meta–experiencia.
Una mansión
con muchos cuartos, algunos más oscuros que otros.
IV
Vuelvo al
Café León, a terminar este artículo. Como ya dijera Sartre: no basta con morir,
hay que saber morir a tiempo. En una de las barras de madera del lugar, escribo
el siguiente poema.
Poema
para concluir un artículo sobre fut
El Ojo está en el centro del
balón.
El Ojo nos está viendo a todos.
El Ojo está viendo las vallas de
Pepsi.
Y está viendo las gradas de la
General.
Y está viendo a los Exaltados y
los Amargos
recoger los pedazos de un espejo,
o bien
construir castillos de memoria
con la arena de doce mil juegos
pulverizados.
El Ojo extiende sus infinitos
tentáculos,
administra facturaciones de
cientos de millones
para el RM y el Manchester,
y coloca urgencia en los pies de
los niños pobres,
y amaña partidos y salva almas,
y emana diez mil fogonazos por
nanosegundo,
y no sabe sino darnos el tiempo y
el espacio del fútbol,
con sus glorias, sus escándalos,
sus identidades de piedra y ángel,
su liga española, su simpleza y
elegancia,
su Pescado Ruiz,
su Comunicaciones,
su Xelajú,
sus Rojos,
su carne de himno,
sus políticos, sus
narcofinancistas, sus clásicos, muchá.
El Ojo mira a los ochenta muertos
fatigarse en la asfixia,
inventariados, tan juntitos.
El Ojo percibe al jugador
barrerse en la chamusca
del medio día, heroico antes de
proseguir con la edificación
de los palacios de los ricos sin
remedio.
El Ojo lo sabe todo del alcohol
en el cual templamos
nuestra largas Tizonas de impotencia.
El Ojo manifiesta porterías
espontáneas en los pueblos,
en los caseríos, en las favelas
cortadas,
sobre las piedra de sacrificio de
la miseria tercermundista,
y da poder a lo disminuido, y da
victoria a lo retráctil.
El Ojo es el Bosón de Higgs de
donde brotan los estadios ofrecidos,
las apuestas infinitas, los
páncreas de los padres
que creen en Dios, pero más en el
Ojo.
El Ojo es el auténtico Berlusconi
que va dirigiendo las portadas
ganadoras de los diarios,
los mil millones de circuitos
integrados del fútbol,
los templos ultramodernos que son
los puertos
para el cabotaje infinito de la
FIFA.
Alguien se está rifando el todo
por el todo, por el fútbol,
y el Ojo lo sabe.
Alguien clava sus uñas en el
metal de las porterías,
y el Ojo lo sabe.
Alguien compra su camisa del
Barca, y el Ojo lo sabe.
El Ojo es: los dos ojos del DT,
el Azul y Blanco, en 1902,
esa mujer llamada UEFA,
una larga humana cancha,
es el diálogo y el revólver,
los twits tullidos o geniales,
la cosmovisión esférica,
las lesiones fosforescentes,
el paneo de la cámara enfocando las
losas
de los futbolistas inmortales,
en la ciudad de ligamentos.
El Ojo conoce quién y quién no
fue a la Pedrera,
quién y quién no fue al Mateo,
quién y quién no fue al Mario
Camposeco.
Hay omnisciencia; hay divina
perspectiva.
Hay Lázaros levantándose de la
grama del balompié.
Seremos fútbol o no seremos.
Seremos hijos del Ojo, o no
seremos.
Seremos de cristal, puros,
ritualizados, culturales,
entretenimiento en lo más alto de
la orina,
o no seremos.
El narrador narra pero el Ojo
decide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario