Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

Fantasmas enfiestados

Publicado en la penúltima de El Periódico, en Halloween 2011.

Foto: Claudia Armas

¿Conocen ese café bar/centro cultural, el Gran Hotel? Pues allí espantan. Y no se refiere uno a tantísimos mutantes –febriles noctámbulos sin remedio– propios de todo bar que se respete –que también cómo espantan, los manes. Sino de los aparecidos de a de veras, de esos aerodinámicos que van flotando en los corredores, y ocurren como fotogramas insólitos en momentos teóricamente sobrecogedores. Octavos que se deslizan solitos. Siluetas oscuras desplazándose. Luces imposibles bailando, capturadas por una estupefacta cámara de video.

Los espantos y los hoteles tienen un vínculo que ya es un putrefacto truismo. De hecho, hay todo un circuito y mercado de hoteles embrujados, y escritores que se dedican a reseñarlos (así como el personaje de John Cusack en el filme 1408).

El Gran Hotel hace muchos años que pasó a ser un ex hotel (y hoy no es tan grande como lo fue antes, dado que muchos de sus espacios están inhabilitados). Pero por décadas fue un reputado lugar de hospedaje, inclusive el más fino en su género. Puede uno imaginar a una pareja riendo sincopadamente en el balcón; un alemán de barba territorial caminando sobre el pasillo encerado; alguna respetable –tan encuadrada ella, tan respetable– comiendo en el restaurante una cabeza de ternera en tortue. El personal empujando prisas en las áreas de servicio. Habitaciones bellas, evocantes. La luz de oro bañando las baldosas. Todo eso lo visualiza uno, mientras observa la reproducción de foto sepia que está colgada en una de las paredes del bar. Es como la foto final en The Shining.

En el presente, el Gran Hotel se ha metamorfoseado en un centro cultural. Por demás, uno de los lugares más estimulantes de la zona 1, para beber y levitar. Arte, toques, fiestas, todo.


Nada fuera de lo paranormal

Siempre hay un Gran Hotel con una historia de espantos (y hasta una telenovela colombiana que se llama El Fantasma de El Gran Hotel). En Londres, New Orleans: siempre algún ente translúcido fumando un cigarrillo imposible en un desván anacrónico. Recordemos ese relato del famoso diplomático Lord Dufferin, quien viera un espectro en el elevador del Grand Hotel de Paris, y se quedara tan anonado por el encuentro que prefirió de plano no entrar al ascensor. Éste habría de colapsar poco después, matando a todos los ocupantes.

En Guatemala tenemos nuestro propio Gran Hotel. Y nuestro propio espectro de Gran Hotel. Alejandro Leal, una de las personas que administra el bar café, describe la entidad:  “Una persona regordeta, con peinado como del siglo XIX”.

Desde el espacio lounge del café bar, Leal va diciendo:  “Se siente una presencia en el baño de hombres. En un inicio era fuertísima. Mirabas lo oscuro y sentías que algo te observaba. Eso fue el primer indicio de algo de ese estilo. Se ha ido aminorando porque empezamos a echar incienso. El incienso dice que los calma…” 

Se le pregunta por qué cree que hay fantasmas el Gran Hotel. A lo cual responde: “Nosotros logramos despertar esas energías con tanta alegría. Con dueños anteriores no fueron tan agradecidas como lo son con nosotros... Pero yo creo que son agradecidas con la fiesta. Por eso no nos molestan”.

Quien vaya al costume ball de hoy en la noche –visuales del vj Thomas Laroche, música a cargo de Pájaro Jaguar y Ghetto Music Guate– puede que vea a una señora así medio rechoncha y con peinado decimonónico, toda desatada. Advertidos. 

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