Publicado
en la penúltima de El Periódico, en Halloween 2011.
¿Conocen ese café
bar/centro cultural, el Gran Hotel? Pues allí espantan. Y no se refiere uno a tantísimos
mutantes –febriles noctámbulos sin remedio– propios de todo bar que se respete
–que también cómo espantan, los manes. Sino de los aparecidos de a de veras, de
esos aerodinámicos que van flotando en los corredores, y ocurren como
fotogramas insólitos en momentos teóricamente sobrecogedores. Octavos que se
deslizan solitos. Siluetas oscuras desplazándose. Luces imposibles bailando,
capturadas por una estupefacta cámara de video.
Los espantos y
los hoteles tienen un vínculo que ya es un putrefacto truismo. De hecho, hay
todo un circuito y mercado de hoteles embrujados, y escritores que se dedican a
reseñarlos (así como el personaje de John Cusack en el filme 1408).
El Gran Hotel
hace muchos años que pasó a ser un ex hotel (y hoy no es tan grande como lo fue
antes, dado que muchos de sus espacios están inhabilitados). Pero por décadas
fue un reputado lugar de hospedaje, inclusive el más fino en su género. Puede
uno imaginar a una pareja riendo sincopadamente en el balcón; un alemán de barba
territorial caminando sobre el pasillo encerado; alguna respetable –tan
encuadrada ella, tan respetable– comiendo en el restaurante una cabeza de
ternera en tortue. El personal empujando prisas en las áreas de servicio. Habitaciones
bellas, evocantes. La luz de oro bañando las baldosas. Todo eso lo visualiza
uno, mientras observa la reproducción de foto sepia que está colgada en una de
las paredes del bar. Es como la foto final en The Shining.
En el
presente, el Gran Hotel se ha metamorfoseado en un centro cultural. Por demás,
uno de los lugares más estimulantes de la zona 1, para beber y levitar. Arte, toques,
fiestas, todo.
Nada fuera de lo paranormal
Siempre
hay un Gran Hotel con una historia de espantos (y hasta una telenovela
colombiana que se llama El Fantasma de El
Gran Hotel). En Londres, New Orleans: siempre algún ente translúcido fumando
un cigarrillo imposible en un desván anacrónico. Recordemos ese relato del famoso
diplomático Lord Dufferin, quien viera un espectro en el elevador del Grand
Hotel de Paris, y se quedara tan anonado por el encuentro que prefirió de plano
no entrar al ascensor. Éste habría de colapsar poco después, matando a todos
los ocupantes.
En
Guatemala tenemos nuestro propio Gran Hotel. Y nuestro propio espectro de Gran
Hotel. Alejandro Leal, una de las personas que administra el bar café, describe
la entidad: “Una persona
regordeta, con peinado como del siglo XIX”.
Desde
el espacio lounge del café bar, Leal va diciendo: “Se siente una presencia en el
baño de hombres. En un inicio era fuertísima. Mirabas lo oscuro y sentías que
algo te observaba. Eso fue el primer indicio de algo de ese estilo. Se ha ido
aminorando porque empezamos a echar incienso. El incienso dice que los calma…”
Se
le pregunta por qué cree que hay fantasmas el Gran Hotel. A lo cual responde: “Nosotros
logramos despertar esas energías con tanta alegría. Con dueños anteriores no fueron
tan agradecidas como lo son con nosotros... Pero yo creo que son agradecidas
con la fiesta. Por eso no nos molestan”.
Quien vaya al
costume ball de hoy en la noche –visuales del vj Thomas Laroche, música a cargo
de Pájaro Jaguar y Ghetto Music Guate– puede que vea a una señora así medio rechoncha
y con peinado decimonónico, toda desatada. Advertidos.
aqui un resumen http://youtu.be/W1B9-E8nRWI
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