Por allí por el 2008 redacté este artículo, para el Magacín. En efecto, terminé adicto al fb.
La bestia Facebook. Desde su creación hace casi cinco años, Facebook ha engullido en su campo digital a cientos de millones de usuarios. Y aún así, todavía existe algún rezagado preguntándose: bueno, ¿pero por qué diablos tanto ruido? Metámonos y miremos.
En mi inbox, un correo de mi editor:
Maurice: se me ocurrió un tema para vos, pero implica un sacrificio de tu parte: que te metás a Facebook. Revisé hoy y ya vamos 43,200 personas en el network de Guatemala (10 mil más que cuando yo me metí, hace mes y pico). Ese número rivaliza con la circulación de los diarios chapines. ¿No te interesaría hacer una crónica del tema, contando tu propia pérdida de la virginidad facebookera, con todas sus bendiciones y peligros?” (Fidel Celada, editor dominical “Siglo 21”, tiempo en Facebook: tres meses).
Supongo que mi editor me tomó en cuenta a mí porque necesitaba a un franco antisocial, a alguien que de plano jamás hubiera estado antes en Facebook, un extraterrestre, un alien. Y, naturalmente, el sujeto perfecto era yo.
Así pues que le dije que sí, que aceptaba hacer la nota, e irme de mojado al territorio de la más grande red social existente y de más rápido crecimiento en el seno del planeta, muy por arriba de, por ejemplo, My Space.
Y abrí mi cuenta. Mi idea básica era entrevistar a los facebookeros que me fuera encontrando por ahí, y que ellos sirvieran directamente como fuentes periodísticas. Un artículo construido vía Facebook.
Maurice is investigando este asunto de Facebook
Uno se puede imaginar a los inmigrantes que llegaban a principios del siglo pasado a los Estados Unidos gritando extasiados ante la Estatua de Libertad, tan pronto surgida de entre la niebla.
Con equivalente sentido de la emoción, me dispongo a confirmar las 54 solicitudes de amigos que ya están esperándome apenas abierta mi cuenta de Facebook, para recibirme con brazos abiertos. Y procedo a dar una vuelta de reconocimiento.
Como casi todo en Internet, aprender a usar Facebook es sencillo. Y cuando no lo es, siempre existe alguna clase de ayuda disponible o tutoría para alumbrar el camino. Facebook propone una interfaz bastante amigable (aunque algunos consideran que era más amigable antes; la bailarina Cecilia Doughberty opina: “me gustaba más al principio, pero se ha llenado de aplicaciones y babosadas”).
El enfoque general de Facebook está orientado a hacer relaciones con individuos o a perpetuarlas (no sólo con individuos, también con colectivos, molecularmente). “Es un medio que aconsejo a algunas pacientes en mal de amistades” (Raúl de la Horra, psicólogo, tiempo en facebook: ocho meses).
“Es matemáticamente fascinante la forma en que vas contactando con gente a través de otros” (Luis Polo, arquitecto, tiempo en Facebook: un año).
El escritor inglés J.G. Ballard –que por cierto como otros escritores famosos tiene su página oficial en Facebook– dijo: “Hace veinte años nadie hubiera podido imaginado los efectos que el Internet habría de tener: relaciones enteras florecen, amistades prosperan… hay una vasta intimidad y poesía accidental, sin mencionar el porno más extraño. La completa experiencia humana parece develarse a sí misma como la superficie de un nuevo planeta.”
El espíritu de Facebook se vuelve inclusive pegajoso de tanta camaradería. En general no es una interfaz orientada a la disensión, el debate, y la crítica, sino a una llana comunicación entre personas afines. El tono es muy distinto por ejemplo al que podemos encontrar en los blogs, en donde los comentarios pueden llegar a ser carninceros y mortales. Facebook genera supernovas de relaciones fundamentadas en el consentimiento (para poder ser amigo de alguien le tengo que pedir permiso). En Facebook no existe el anonimato: insultar a alguien sería como insultarlo en una fiesta en donde todos tus conocidos te están observando. A veces se dan comentarios un poco rudos, pero en realidad no es la regla mayoritaria.
Facebook es una red para hacer nuevos amigos, pero mucho tiene que ver con recontactar amigos ya existentes. Amigos que pensábamos muertos luego salen del limbo de lo desconocido y se materializan de golpe. Lo mismo gente que vive afuera de Guatemala. La noción de inmigración se desvanece de tajo pues lo que ofrece Facebook es un nuevo concepto de ciudadanía. En este barrio, las distancias geográficas son completamente insignificantes, y por tanto no importa que mis vecinos vivan en otro país. Y el green card es completamente gratis.
El sentimiento de fraternidad es amplificado por algunas de las aplicaciones de Facebook, como las fotos o los videos, que permiten tener un acercamiento muy palpitante de la otra persona. Pero además hay toda clase de regalos y cosas que se pueden enviar. De vez en cuando alguien te enviará un buen karma, por caso. Unos tamalitos virtuales.
En general, la lista de aplicaciones es bastante extensa. El escritor Juan Pablo Dardón nos dice: “Mi aplicación favorita es el Texas Hold ´Em. Siendo fanático del póker aquí encontré la forma de jugar en un ambiente seguro para mis finanzas. Es decir, gano dinero virtual para seguir apostando y así regodearme frente a mis poker buddies que son varios a nivel mundial”.
Hay definitivamente un aspecto muy lúdico en todo este asunto de Facebook. Y se dan intercambios interesantísimos entre la realidad y la irrealidad. El escritor Javier Payeres ofrece una explicación interesante: “La comunidad Facebook es una manera de evadir la varicela rutinaria de las oficinas, crece a medida que las relaciones humanas (físicas) disminuyen cubicularmente”. Y el poeta Alan Mills, nos ha dicho: “En este momento me entretengo entrando al perfil de Alejandro Méndez, un amigo de Argentina que hace poco comenzó a colocar fotos de su vida en Second Life. La última vez escribió un poema en una pared y lo recitó frente a las tumbas virtuales de un Cementerio-Discoteca”.
De alien a alienado
Por supuesto, estos intercambios entre la realidad y la irrealidad también traen algunas consecuencias.
Poco después de haberme mandado a hacer la nota sobre Facebook, mi editor me manda una nota a mi inbox: “Siento haber sido yo quien te indujo a este invento del mal.”
Y por supuesto, era una broma de su parte, pero también había algo ahí muy jodidamente serio. Facebook es un mecanismo muy alienante y adictivo, que desborda el instinto social de las personas hasta grados enfermizos, los hace buscar atención y ponerse a toda costa bajo el reflector del escrutinio público, o los hace a ellos mismos escrutadores compulsivos, además de que fractura la intimidad, y puede ser usado como medio de vigilancia ilegítima.
Por demás, siendo una herramienta de socialización muy poderosa, es completamente superficial. Facebook no está diseñado para establecer una relación profunda con otro ser humano. De ahí que algunos reclamen otra vez el encuentro personal, alejado de la deshumanización impuesta por la web: “Ya la gente no puede ni preguntarse nada, ni verse cara a cara si no es por una webcam” (Diego Lizewski, de Argentina, tiempo en Facebook: tres meses).
En muchos sentidos, Facebook vulgariza las relaciones, al despojarlas de distancia y silencio. La vuelve amargamente cercanas. Les quita el misterio, las desmitifica. Así por ejemplo, entre mis maestros espirituales, hay uno que es tailandés por el cuál siento especial devoción, y recuerdo mi alegría cuando me contestó un mail. Grandísima excitación. Pero luego resulta que me envió una invitación para Hi 5, y toda la magia se vino al suelo. Lo que había sido un encuentro epistolar arterial para mí degeneró en un simple protocolo internético.
También hay otro factor: no todos mis friends son realmente mis friends. “Al parecer tengo un montón de amigos que ni siquiera conozco” (Oswaldo J. Hernández, periodista, tiempo en Facebook: tres semanas). La categoría “amigo” se vuelve bochornosamente sospechosa, bajo estas circunstancias.
Pero por supuesto el mayor problema con Facebook es que es un gran succionador de tiempo, y eso golpea nuestro rendimiento laboral (en algunas oficinas está prohibido usar Facebook) o, paradójicamente, nuestra relaciones interpersonales. Y hay personas que se están volviendo adictas a Facebook. A Facebook, y al conglomerado de identidades digitales disponibles hoy en día que, para complicar más las cosas, se reesfuerzan las unas a las otras. Así es como se dan puentes vinculantes entre, por ejemplo, Hotmail y Facebook, o entre Facebook y Blogger, creando un aparato cuidadosamente reticulado de absorción por medio del computador.
Es el ojo de Mordor. Un entramado de alienación y control social. Los hay incluso que piensan que detrás de Facebook están los sistemas de inteligencia militares o corporativos del planeta, que se benefician de las redes sociales como tremendos bancos de datos, lo cuál no es inverosímil. Y aquí cabe agregar que para retirar la información propia, incluso con la cuenta deactivada, es preciso escribir al website de Facebook, lo cuál ya implica un grado de burocracia que en realidad muy pocos están dispuestos a asumir.
La continua exhibición de nuestra intimidad siempre trae consigo un grado de vulnerabilidad. Las redes sociales fomentan la morbidez social, y la verdad es que nunca se sabe qué clase de enfermos se gestan en la sombra, buscando introducirse en tu vida privada. Es una razón por la cuál en lo personal decidí quitar el dato de quién era mi esposa; nadie tiene por qué saberlo. A veces los problemas que pueden darse son mínimos. “Conozco casos de roces, por ejemplo una fiesta a la que alguien no fue invitado, o la pareja de alguien que estaba coqueteando con alguien más” (Anaité Quiroa, se dedica al negocio de promociones, tiempo en Facebook: cuatro meses). A veces los problemas son más serios: secuestros, extorsiones, pederastia. En este caso, los agraviadores se sirven de los perfiles ofrecidos como medio de estudiar a sus víctimas.
Consejos para todo ciudadano facebookero
Ante un paisaje tan ominoso, el individuo debe hacerse una pregunta básica: ¿quiero controlar a Facebook o quiero que Facebook me controle a mí?
El primer derecho de un facebookero es el derecho a no ser vigilado, y eso supone un compromiso de operar conscientemente Facebook, restringiendo la cantidad de información que deseo que se haga pública, y ponderando mi presencia e intervenciones en la red social.
Por otro lado, puede ser buena idea determinar una ocasión y un tiempo sensato para estar en Facebook cada día, esto es: ponerse un límite de uso de Facebook, y procurar honrarlo.
Es importante utilizar a Facebook como un medio y no un fin en sí mismo. Así, muchos utilizan a Facebook como herramienta de trabajo. “Lo bueno de Facebook es que viene a ser algo así como tener tu propio aparato de publicidad y mercadeo” (Alvaro Rodríguez, músico, tiempo en Facebook: un año y medio).
Otros utilizan a Facebook como una forma para estar en contacto con los suyos. El actor Giacomo Buonafina así lo considera: “Me funciona increíble, entre algunas cosas para conseguir chance, que la gente sepa que estoy haciendo en el rollo, reconectar viejas amistades y ultimo pero no menos importante saber en que están mis hijos y en ese aspecto ha sido bueno pues compartimos un montón de info y se que está pasando en sus vidas”.
También puede usarse Facebook para externar la propia opinión o forma de ver el mundo de un modo significativo. Así, pues, es posible establecer grupos fomentando causas sociales y líneas de actuación moral. El pastor evangélico Abraham Chávez expresa: “Es lo que yo llamaria cry freedom, porque aquí sí hay libertad absoluta de emisión de pensamiento”. Y la artista Lucía Morán: “Me interesa como herramienta cultural de difusión, de convocatoria, de transmisión de información y de conocimiento”.
Por supuesto, lo más importante para cualquier usuario de una red social es su derecho a la disidencia parcial o total, esto es, su derecho a irse por la libre: salir a ver el cielo, tomarse un café, leer, cómo no, el periódico.
Le escribo a mi editor, vía Facebook: “Fidel, qué onda vos. Aunque ya terminé el artículo, y en teoría ya no tendría por qué continuar a merced de este “invento del mal”, pienso que voy a mantener abierta mi cuenta de Facebook. A lo mejor Facebook me sirve para dar a conocer los artículos periodísticos que vaya escribiendo. Y no te preocupés: si hay daños y consecuencias, los asumo yo plenamente. Como en los parqueos, uno se estaciona bajo la propia responsabilidad. Saludos de un extraterrestre.” (Maurice Echeverría, periodista, tiempo en Facebook: una semana.)
LA FINCA FACEBOOK
Facebook cuenta con unos 120 millones de miembros hoy en día. Es una plataforma social aterradoramente gigantesca –la más prominente de la web– lo cuál no está mal, teniendo en cuenta que lleva nomás cuatro años desde aquel día memorable en que abrió sus puertas a la comunidad universitaria de Harvard y dos solamente de estar al aire para el resto del mundo (siempre y cuando el usuario tenga más de 13 años y una dirección válida de correo electrónico).
Pero no todo ha sido vino y rosas para esta compañía. Han tenido que adaptarse a su crecimiento descarriado y buscar inyecciones de capital (con una inversión estimable de Microsoft de 240 millones de dólares) para poder asumir los cambios. Se ha dicho que Facebook ha tardado demasiado en establecer un modelo vinculante de negocios que reporte beneficios (hoy en día es más bien indirecto) a pesar de su gran éxito. Como una finca con un suelo excelente sin cultivar.
Con todo, en la reciente cumbre Web 2.0, ocurrida la semana pasada, el genio detrás de Facebook (y su CEO actual), Mark Zuckerberg, dijo que no sentía ninguna presión de justificar los quince billones de dólares que representan actualmente la valuación de su compañía.
FACEBOOK: LA RED GUATEMALA
Aún si Facebook no es la red social líder en Guatemala (tal lugar le corresponde a Hi5) no hay por qué subestimar la penetración de Facebook ni la velocidad de su crecimiento en Guatemala. En el network Guatemala, había el viernes 8 de noviembre 44, 918 personas afiliadas (y es preciso tomar en cuenta que muchos usuarios guatemaltecos no están afiliados). Ayer de hecho se llevó a cabo la primera fiesta de Facebook en Guatemala (que, por si están dudando, no era un evento digital, sino de carne y hueso). Se debatió en línea sobre qué clase de música habría que poner. Alguno sugirió reggaeton. Un usuario, llamado Rodrigo, no estaba para nada de acuerdo: “No creo que el target audience de Facebook sea gente raggaetón, para eso esta hi5, jajajajaja...”
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