Bienvenidos a LAS PÁGINAS VULGARES. Cositas periodísticas de Maurice Echeverría.

Pancho Toralla y la revolución clown


PT me mostró la profundidad que hay en el circo y el arte callejero.

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Si una persona se acerca a Pancho Toralla, y le pregunta qué es lo que hace, él contesta a mucha honra: “Payaso”. Su encantador personaje Panchorizo crece y crece. Que nos hable pues Toralla de su oficio y su propósito en este mundo.


La educación sentimental

Luego de un viaje guevariano a Suramérica, Pancho Toralla volvió a Guatemala y se puso a trabajar en las plazas como payaso. Necesitaba un nombre de artista, y se le ocurrió entonces: Panchorizo. Funcionó rebien entre los niños. Panchorizo es el personaje del sombrero y los bigotes dalinianos.

Esos bigotes Pancho Toralla los lleva bien peinaditos, incluso cuando no está actuando: “Es que si nos los peino se me meten en la boca. Es más fácil peinarlos que dar explicaciones”.

Pero la vida de Pancho no ha sido siempre un gag. A su papá lo secuestraron cuando él tenía cinco años: “Mi ruco murió en la guerra. Era intelectual. Pertenecía a las FAR, sección inteligencia. Laboró más que nada en la USAC. Lo desaparecieron enfrente de mí, saliendo del Paíz. La típica panel blanca: dos tipos, ametralladoras”.

La vida de Pancho Toralla no ha sido un gag, pero ha procurado divertirse. Formó parte en su momento de ese proyecto de cuasi–squatters y artistas urbanos –Casa Bizarra. Explica Toralla: “Lo más valioso de Casa Bizarra aparte de las amistades que se cocinaron es la información que roló, la poesía que se hizo presente. En cierta forma, me dieron a mí –y a todo el grupo espero– un discurso, un estado de conciencia, un compromiso, que siento que está faltando ahora en todo el arte”.

Pancho pintaba entonces, y no mal. De hecho ganó un premio de la Alianza Francesa de pintura, en el 2001.

Y se puso a viajar. A Europa. Y también al Sur. “Yo aquí me sentía un poco encerrado, y yo insisto que ésa fue una de las mejores decisiones que tomé en la vida: agarrar una mochila yo se lo recomiendo a todos. Agarre usted una mochila y vaya a descubrir mundo y a conocerse a usted mismo, porque uno sólo se conoce cuando está sometido a situaciones extremas. ¿Cómo reaccionaría usted en la frontera de Ecuador y Perú, que es la frontera más brava que he conocido en mi vida, que es el Macondo al cuadrado? Y allí es donde uno aprende el mundo real: sentís el peligro, el miedo, y aprendés a dominarlo, a yingyanearlo.” Agrega: “Más intenso que el Imax de Concepción”.


Donde se trata de identificar algo de la naturaleza de Panchorizo

Cierto día, cuando andaba en Quito, Pancho se topó con un grupo de circo callejero. A lo mejor fue ese mismo día cuando resolvió ya nunca tener un día normal.

Porque los días de Pancho no son normales, en el sentido oficinesco de la palabra. Pancho se la pasa haciendo malabares, gimnasia olímpica, música, practicando para payaso. Para Pancho un día malo es “hacer el súper; cobrar cosas que te deben; pagar cosas que debés”.

Uno puede imaginar a los vecinos no muy contentos con tanta trompeta saliendo de la casa de Pancho. Por cierto que en su casa ha colocado un altarcito a Chaplin, su héroe. “Por su compromiso”. Otro héroes son la Pantera Rosa –“esa musicalidad de sus movimientos”– y Buster Keaton y Harold Lloyd. También, faltaba más, Don Ramón –Chespirito en general, pero Don Ramón en particular. Y desde el cine, Tim Burton.

Influencias certeras. Y está esa otra influencia certera: la calle. Pancho pronto habla del circo callejero: “El teatro se había quedado haciendo discursos en la sala. Pero luego el teatro salió a la calle otra vez, con todos esos recursos para llenar el espacio: zancos, trampolines, malabares. De Europa llega a América del Sur. De Argentina y Chile empieza a subir el movimiento”.

Pancho Toralla nos habla del gran Chacobachi, trabajando dos veranos al año: el verano de Europa y el verano de Argentina. Y nos habla de eso de pasar el sombrero: “Hacer que el pueblo pase a ser tu patrón”.

“Allí tu calificación es el billete”, dice.

Hoy Pancho tiene varios monociclos. Y una trompeta. Y una media a rayas. Y un calzón extragrande color rosa. Y un pollo de hule. Y malabares. Y sombreros. Y una sombrilla china. Y huevos falsos. Y muchos globos. Y muchas otras cosas. Y amigos, con quienes hacer el payaso: la compañía Robalunas Circo Teatro, que ha establecido obras como La Gran Fuga y La Máquina del Tiempo.

¿Ha tenido Panchorizo alguna mala experiencia trabajando? Afirmativo. “Tuve una mala experiencia en una primera comunión: unos niños que no pude controlar. Sacaba yo mis juguetes y los agarraban y los tiraban. Unos niños de pisto, acostumbrados al sirviente, al niñero. Y los padres completamente ajenos. Te contratan para no tener que lidiar con sus hijos una hora. Así que no hubo apoyo o control por parte de ellos. Los niños rebeldes en su mayoría, y si a eso le agregás el azúcar de las fiestas... Tuve que parar y salirme. Fue uno de mis peores fracasos: no supe manejar el momento ni la situación y darle la vuelta a la energía de los niños. Ese día estaba de poca paciencia, agarré mis cosas, y los papás me decían que no me fuera, los niños empezaron a llorar, y los papás les decían: Viste, por tu culpa se va el payaso. Un caos. La cosa es que me subí a mi carro y me fui. Me sentí el más perdedor del mundo. El payaso siempre tiene que tener la última palabra, y ese día perdí”.

Pero también ha habido momentos de gloria. Obras hilarantes como Panchorizo a la carte o Luna Gitana.

En total son ocho obras la que ha montado hasta la fecha, entre las cuales se encuentran Circosis, Asfixia, Calle Luna, Panchorizo y el Zepelín de la Risa, todas escritas por él mismo.

Ahora está en cartelera la nueva producción, Panchorizo y el Zepelín de la Risa. Que al principio no le convenció tanto: “El día del estreno fue un horror. Salí bien asustado a escena y no estuve contento. Pero con el proceso de conocer la pieza las cosas han ido cambiando. Podría de hecho llegar a ser una buena pieza.” Pancho comparte con Tortell Poltrona –el iniciador de Payasos sin fronteras– eso de que una rutina de clown nunca está perfecta. Siempre cabe otro gag. Panchorizo y el Zepelín de la Risa se presenta actualmente en el IGA los sábados a las 16:00 horas y los domingos a las 11:00 horas, hasta el 14 de septiembre.

A la hora de la creatividad, Pancho utiliza el método de la extenuación: “El clown siempre está buscando una forma distinta. Si vos echás el café, luego la leche, y luego el azúcar, el clown tiene que buscar una forma diferente de hacerlo: echar el café en la azucarera y después la leche y luego revolverlo y luego ponerlo en la taza. Entonces encontrar esa vuelta requiere un estado mental que a veces se encuentra por la vía del cansancio. Un agotamiento físico para que el cerebro comience a brillar.”

Y sobre todo no calcar a nadie: “Es importante tener tu moral de no copiar las cosas, que es lo más fácil: si robás un truco de Chaplin, uno de Buster Keaton, te estás engañando a vos mismo. Cuando tenés un gag propio es la cosa más sabrosa. Estás aportando algo al mundo.”


La revolución clown

“Alguien dijo que en el pasado la gente escuchaba a los políticos y se reía de los payasos; ahora la gente escucha a los payasos y se ríe de los políticos”.

Todo un statement, que en el caso de Pancho Toralla es algo más que una frase de ocurrencia. Pues para Pancho Toralla el arte es y debe ser político. Por lo mismo impregna su labor con una mística de compromiso, que lo ha llevado a trabajar con proyectos sociales como Casa Alianza, Caja Lúdica, Payasos sin Fronteras, Médicos Descalzos, Copredeh…

En esta sociedad desigual y compradora, el clown cumple con la labor de ser un “entretensor”: refleja y anima el estado del público, de la ciudad, del país. En tal sentido, la historia de Pancho Toralla ha sido siempre una historia de porvenir. “Mis propósitos son sociales. Me muero por hacer un centro cultural y deportivo en los barrios aledaños a la ciudad; me muero por hacer un circobus; me muero por hacer una ludoteca itinerante; me muero por hacer un programa de televisión. Mi preocupación es la infancia y la adolescencia”.

Lo pone muy simple: “Todos somos iguales. Todos nos la podemos pasar bien sin el auto último modelo, sin el último celular, sin la última versión de I Pod, que es como nos están vendiendo la felicidad en estos momentos. Todos nos podemos reír con todos.”



PEQUEÑO MONÓLOGO DE LA REVOLUCIÓN CLOWN

Yo fui criado en un hogar de izquierda. Lo cuál no garantiza nada. Pero hubo siempre en mi hogar un estado de alerta: a lo que pasa en la sociedad, a lo que se enseña en las escuelas: ¿por qué la conquista se llama la Conquista y no la Masacre?Mi mejor estudio de campo fue este viaje de mochila por Suramérica. Ves la situación y cómo Latinoamérica está ahogada. La cosa es que yo decidí dedicar mi trabajo a los más, que son los que tienen menos. Cuando empecé a trabajar en la calle, mi rollo era llegar a un parque y emanar toda esa buena onda, esa sonrisa, esa música ambiental, para que cuando yo me fuera, la gente la irradiara después. Es una visión romántica: no estoy salvando a nadie, no estoy cambiando el mundo, pero en mi moral funciona. Me parece que el problema de los jóvenes y de las pandillas es que no hay opciones. Yo no tuve opciones: por eso decidí irme del país a buscar no sé qué. Entonces me encantaría que un adolescente con ganas de activar el cuerpo tuviera otras opciones. Para eso necesito que Panchorizo se idealice, se popularice. Entonces esté personaje podrá ser escuchado.”



EN POCAS PALABRAS


SEPARAR LAS AGUAS

Al principio cuando trabajaba en la calle me pasaba eso de que me pasaba todo el día tratando de dar risa, tratando de ser simpático. Te agobia. Tu cara se desfigura. No sabés diferencias las cosas. Ya no sos como persona. Y te puede crear problemas con tu pareja.

TRES TRISTES TRICICLOS

Se ha estigmatizado la onda del payaso triste. Lo que pasa es que el payaso nunca está en el término medio. O está contento, excitadísimo, o está en depresión total. Por eso la imagen que tenemos es del payaso en clímax o llorando y tocando un violín tristemente.

CHILERITO PUNTO COM

Hay un payaso que lo veo muy seguido. Él trabaja en la sexta avenida, y yo paseo mucho por allí. Se llama Chilerito Punto Com. Él se dedica a los globos. Yo lo admiro mucho, y representa al payaso: talvez no al payaso circodelsol, pero ese chavo trabaja más que cualquiera que nosotros. Él se levanta y se maquilla, ¿me entendés? Y llega a las ocho de la noche hecho huevo. Yo lo respeto mucho.

EN LA DELEGACIÓN DE POLICÍA

Es España fui a parar a la delegación de policía por actuar en la calle. Lo divertido es que la gente estaba de mi lado, le decía al policía: “Déjelo trabajar”. Fuimos a parar a la delegación uno del público y yo.

EL PÚBLICO MÁS GENEROSO

El público más generoso está en la calle, en las escuelas públicas, en los pueblos. Uno puede ir a una piñata en zona 14, y no se acostumbra que te ofrezcan un vaso de agua al final del show. Pero vos vas a una comunidad refundida en Quiché y la gente te lleva una cocacola, una tostada, un chuchito, te hacen bulla, te dan retroalimentación. Eso satisface más.

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